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La caja de dientes

A la mujer de Maduro se le fue al garete el pegamento de la dentadura postiza cuando arengaba a los colorados, el Día del Trabajo. Maduro aclaró que su Cilia estaba mascando un chicle Bazooka, de aquellos de los años sesenta, demasiado duro para sus muelas, cuando la prótesis se le disparó a la anodonta, se le descontroló del todo y casi llega su caja de dientes a las primeras filas de entusiastas. Hay precedentes. A un conocido político local le temblaba la mandíbula y se le aflojaba la caja cuando pronunciaba el nombre de Maastricht, en los tiempos en que negociábamos nuestro estatus europeo. Y una de las situaciones más graciosas que he vivido fue cuando a un no menos conocido funcionario, compañero mío de colegio y amigo, se le cayeron los pantalones bajando la escalera de la Casa de la Aduana portuense y, además, no se los podía subir porque circulaba con las manos ocupadas, cargando ejemplares de un libro que acababa de presentar en el lugar. Le tuvimos que subir los pantalones Juan Alfredo Amigó y yo, que asistíamos al acto. No tiene nada que ver con la dentadura, pero menos mal que llevaba gayumbos porque, de lo contrario, habría mostrado el escroto y alrededores y no era plan; aquello estaba lleno de gente. Lo de Cilia ha sido una fiesta en las redes, mucho más en Latinoamérica, donde no se puede decir que se le aprecie mucho. Incisivos y molares se desprendieron de su sitio y se proyectaron hacia la multitud. He hablado con mi odontólogo y me dice que hay sistemas para que esto no ocurra y que se ofrece para auxiliar a Cilia Flores en su estado anodonto. Peor sería que en una euforia amorosa se le quede la cosa dentro de los mofletes de Maduro y tengamos una desgracia, un episodio de asfixia. Que deje el chicle.

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