Bencomo y Humboldt

Una de las conclusiones que saqué del I Congreso Museístico de Canarias, que se celebró a finales de noviembre de 2016, en el Liceo Taoro de La Orotava, fue que los museos son lugares de estudio y reflexión. Eso es lo que me ha sucedido cuando desde entonces paseo por las laderas del valle de Taoro, Tamaide y Tigaiga, para tomar fotos o imágenes para el documental El agua de Taoro, con el amigo Humberto y mi hijo Juanpa, y leo en la prensa la promoción de un nuevo museo. Por ello me paro, miro al Teide y al mar Atlántico o a Izaña, y me pongo a pensar en Bencomo y en Humboldt. Les cuento esto porque últimamente se ha escrito y hablado mucho de la Cueva de Bencomo, ubicada en la margen izquierda del barranco del Pino, límite de los municipios de La Orotava y Santa Úrsula, del lado de la ladera de Tamaide, desde donde se puede mirar al Teide, al sol y a la luna, también a las estrellas y a la isla de La Palma, idóneo para evocar el culto astral de los aborígenes guanches, sin olvidar la ladera de Tigaiga, al frente, o las cumbres de Izaña, al sur. Algunos periódicos, pero DA en particular, se han dedicado a denunciar la situación en la que se encuentra la cueva de Bencomo, y ello ha servido para conocer la reacción del inquieto director general del Patrimonio de Canarias, Miguel Ángel Clavijo,  para dar a conocer la pronta presentación de un proyecto que permita convertir la Cueva de Bencomo, declarada BIC hace tres décadas, en el primer museo de sitio de la isla de Tenerife. Al parecer el proyecto ha sido redactado por el historiador e investigador de la ULL Ramón Cebrián. Contempla  además en el programa de necesidades el diseño de un centro de interpretación donde se ubica actualmente el nuevo Mirador de Humboldt, paradójicamente cerrado al uso público por problemas jurídicos entre administración y concesionario. Me vino entonces la relación entre Bencomo y Humboldt, dos personajes de épocas diferentes, del siglo XV el primero y de los siglos XVIII y XIX el prusiano, pero ligados por Taoro. Bencomo, con el menceyato, y Humboldt, con el Teide. Unidos por la antropología y la naturaleza, particularmente por las vías pecuarias por las que conducían sus ganados, especialmente el camino de Chasna que les llevaba a las cañadas del Teide para pastar en los veranos, y por los árboles de la laurisilva y del pinar que encontraron en sus excursiones botánicas. De salir adelante el proyecto de Cebrián, Humboldt se convertiría una vez más en el promotor divulgador del nuevo producto cultural que va a ofrecer al mundo del turismo la isla de Tenerife, en la comarca norte. El museo de Bencomo, arriba, en el lado de Santa Úrsula, y el centro de interpretación de Humboldt, abajo, en el municipio de La Orotava. Sería buena ocasión para rememorar algunas opiniones que Humboldt escribió de los guanches en su Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente, a su vuelta de América, así como de la geobotánica escalonada que observó desde el mar hasta el pico el Teide.

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