Tolerancia cero

Los extremismos parecen instalados en nuestra sociedad como única manera de relacionarnos.

Los extremismos parecen instalados en nuestra sociedad como única manera de relacionarnos. Trump quiere construir un muro y se arma hasta los dientes. Marine Le Pen y Theresa May quieren un cerco que impida la llegada de inmigrantes. Y esto no ha hecho más que empezar. Aparentemente, el resto del mundo se escandaliza por las decisiones del presidente de Estados Unidos y hasta, si me apuran, por las de la líder extremista francesa. Con los británicos y Europa pasa lo de siempre, hay un intercambio mutuo de veladas amenazas que veremos en qué queda a finales de este mes.
Pero lo que ha llamado mi atención es una noticia publicada la semana pasada en los principales periódicos de este país. Uno de ellos relataba que “la Comisión Europea insta a los Estados miembros a expulsar a un volumen ingente de migrantes irregulares. Bruselas calcula que en la UE residen aproximadamente un millón de personas que deberían ser devueltas a sus países de origen, según el plan para acelerar retornos de extranjeros presentado este jueves. Casi dos años después de lanzar la idea del reparto de refugiados como principal alivio a la crisis migratoria, Europa se centra en las expulsiones y en el freno a las llegadas”. La intolerancia se extiende como un reguero de pólvora. Europa decide levantar otro muro.
Y digo otro porque ya tiene algunos en el norte de África: 8,2 kilómetros de alambrada en Ceuta y 12 en Melilla. Y en Turquía, donde miles de refugiados se hacinan en campamentos tras el cierre de las fronteras de Europa, que decidió pagar al Estado turco por deshacerse de todos ellos.

Ahora, Europa, la misma que se ofendía hasta ayer mismo por los desmanes de Trump, se ha subido al carro de las deportaciones sin incomodarse lo más mínimo. Igual que Trump desprecia a los mexicanos, los europeos reniegan de los africanos, a los que ahora denominan “migrantes económicos”, que no cumplen los requisitos de asilo porque únicamente huyen de la pobreza y no tienen cabida en Europa. Así de claro. Y de contundente.

Esto se publicó en una semana en la que, este país, fue de escándalo en escándalo por la guagua de Hazte Oír y sus mensajes retrógrados, rancios y regresivos acerca de la sexualidad de las personas. O por la actuación de Borja Casillas, Drag Sethlas, en la Gala Drag Queen del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria con misa de desagravio incluida. No sé ni cuantas personas, incluidos líderes políticos, han opinado a favor o en contra; han defendido o condenado los acontecimientos, incluidos los no sabe/no contesta del presidente canario, Fernando Clavijo. Facebook, la red social por excelencia, el muro del cotilleo universal, se ha incendiado con ambos escándalos. Pero del cerco a los inmigrantes, ni mu. Ningún líder político de este país ha alzado su voz para protestar del muro de Europa. Es normal que los conservadores en España miren para otro lado, como prometieron acoger a tantos migrantes que aún esperan en algún limbo en Turquía que se cumpla lo acordado. Pero los socialistas siempre hemos defendido a los que menos pueden defenderse. Los derechos de los más débiles es nuestra razón de ser, salvo que yo esté hablando de otro partido, más interesado en peleas internas, en futuros pactos, en cuotas de poder que en la defensa de sus ideales. ¿No hay nadie ahí que levante la voz por el millón de personas que van a ser expulsadas de Europa a unas condiciones de vida -si a eso se le puede llamar vida- miserables?

Qué tiempos nos toca vivir cuando es más importante crucificar a una persona sobre el escenario de un carnaval que evitar que cientos de miles de seres humanos sean arrojados al infierno de una vida sin futuro ninguno.

*Cabeza de lista del PSOE de
La Laguna y concejal del
Ayuntamiento

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