Medalla Militar

El otro día compré en el Rastro de Santa Cruz una Medalla Militar, con distintivo blanco

El otro día compré en el Rastro de Santa Cruz una Medalla Militar, con distintivo blanco. Nuevecita, brillante. Me costó veinte euros y me dio pena que estuviera allí, seguramente entregada por los familiares de un militar fallecido, o quien sabe si por el propio interesado, para ganarse diez euros. Esa Medalla Militar se concede por trabajos extraordinarios o servicios de mérito en las Fuerzas Armadas o relacionados con la Defensa. ¿De quién será esa cruz, quién la habrá ganado, en qué lugar la voy a colocar? El Rastro es, en sí mismo, una caja de sorpresas. Yo siempre encuentro algo, algo que me resulte de valor histórico o simplemente decorativo. Todavía se encuentran cosas interesantes en los rastros y mercadillos porque existe gente que quiere aligerar sus casas, que lo tira todo a los contenedores, que lo regala o que lo vende. A mí no me gusta mucho caminar, pero por el Rastro de Santa Cruz, sí, sobre todo por la trasera del viejo cuartel de San Carlos, bajo los laureles, que es donde se encuentran las mejores cosas, los cachivaches más insospechados. Relojes art-decó, escribanías y pisapapeles de los cincuenta, cuadros de autores más o menos conocidos destruidos por el tiempo, recuerdos que un día significaron algo para alguien y un interesante medallero. No digo yo la Gran Cruz Laureada de San Fernando, que se concede con cuentagotas y en acciones de guerra, ni la Medalla Militar individual, pero sí otras de menor rango que no sé por qué han llegado ahí. Me he aficionado al Rastro, mas no quiero levantar mucho la liebre para que no me pongan las cosas caras y que no pueda pagarlas. Pero es interesante esta exposición dominguera, incluso para los amantes de los libros. Se tiran muchas cosas. El otro día mandé a restaurar dos estanterías abandonadas en un contenedor. Y quedaron preciosas.

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