el charco hondo

El miedo a las respuestas (y II)

¿Quiénes en Occidente sembraron la semilla que desembocó en este ejército de invisibles? ¿Qué falla en el seguimiento de quienes habiendo dado muestras de radicalización acumulan bombonas, mantienen reuniones en Bruselas, compran, alquilan y venden?

No construyamos una zona de confort con las preguntas cómodas, con esa liturgia puede que necesaria pero también acartonada (superficial) sobre los invencibles valores democráticos, con la letanía de los whatsapps reenviados y con los titulares de políticos que estos días no pueden permitirse la confrontación. Más allá de las ceremonias de reconstrucción del ánimo colectivo debemos exigirnos respuestas a las otras preguntas.

¿Quiénes en Occidente sembraron la semilla que desembocó en este ejército de invisibles? ¿Qué falla en el seguimiento de quienes habiendo dado muestras de radicalización acumulan bombonas, mantienen reuniones en Bruselas, compran, alquilan y venden? ¿Quién no tiene un conocido que ha empequeñecido al deslizarse por el tobogán de generalizaciones injustas, peligrosas e infantiles sobre los musulmanes? ¿Tenemos tan claro que deban apagarse las imágenes de la barbarie porque refuerzan la factoría audiovisual de propaganda y reclutamiento de los terroristas? ¿Dónde está la línea que en algunos medios de comunicación separa la información periodística del entretenimiento que nos arrastra a la antesala del espectáculo? ¿Y si, como acertadamente apunta Rubén Amón, nos estamos arriesgando a que la rutina nos desdibuje? Hay que aprender a convivir con el miedo, sí, pero no con el terrorismo; al terrorismo hay que combatirlo, y esa guerra no se gana con bolardos sino con información, llegando un minuto antes a los atentados que han necesitado preparativos y organización, alquileres, desplazamientos, conversaciones telefónicas o comunicaciones en las redes. Otros, los que solo necesitan un volante y un conductor, nos condenan a la impotencia de llegar un minuto después.

¿Miedo a los terroristas? Sí, pero también a las simplificaciones, a que la rutina nos silencie, a que el dolor acabe en espectáculo. Miedo a que huyamos de algunas preguntas porque le tengamos miedo a las respuestas.

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