por qué no me callo

Algo tan sencillo como escuchar

Nos conviene escuchar lo que tienen que decir algunas voces de cuando en cuando, ya que no siempre se tiene ese hábito, que pertenece a culturas ancestrales

Nos conviene escuchar lo que tienen que decir algunas voces de cuando en cuando, ya que no siempre se tiene ese hábito, que pertenece a culturas ancestrales. Ahora cualquiera con un cargo de medio pelo se cree en propiedad de la verdad y desconoce o desoye la opinión de los otros. En nuestro Parlamento, o en todos, se dicen y hacen demasiadas tonterías, como prueban recientes plenos que parecían sketchs.

En una rara coincidencia, ayer en las páginas de DIARIO DE AVISOS, convenían en su alegato Juan-Manuel García Ramos, diputado y presidente del PNC, y el alcalde de Adeje que preside el PSOE, José Miguel Rodríguez Fraga (segunda entrega del TERCER GRADO). El autor de El guanche en Venecia sentenció al periodista Tinerfe Fumero en su serie de Líderes: “En Canarias son demasiadas las personas sin un bienestar mínimo”. Tres páginas más adelante, continuaba el hilo de este axioma un Fraga más desinhibido que de costumbre: “Si el turismo no sirve para mejorar la vida de nuestra gente, entonces ¿para qué lo queremos?”. Sin ponerse de acuerdo, ambos enjaretaron la misma filípica a un modelo de éxito -el turismo, la locomotora de la economía canaria bla, bla, bla- que se revela incapaz de sacar de la pobreza a una amplia franja social de canarios. García Ramos difiere de las bondades del esplendor hotelero que prospera al abrigo del REF, pero malemplea a “camareras de piso y jardineros, mayoritariamente canarios”. Son la nueva clase social de trabajadores pobres, producto de una crisis que deformó el mercado laboral. Es la Canarias a dos velocidades, que bate récords de turistas y excluidos sociales. “Ser de aquí no es un perfil laboral”, avisa Fraga, que en el Parlamento puso el otro día a caer de un burro al Gobierno porque gestiona el turismo con métodos del siglo pasado. A su juicio, si las Islas no se espabilan, iremos proa al marisco en cuanto se alineen estos planetas: el brexit, la merma del turismo alemán -que ya es un hecho, aunque Merkel haya vuelto- y la recuperación de los destinos competidores del Mediterráneo.

Mientras, aquí seguimos sin hablar inglés, ya no digo italiano, que es la colonia predominante en el Sur. Si la pérdida de visitantes estimulara una oferta con mayor calidad donde menos ingresen más, bienvenida sea la desaceleración turística que se avecina. Fraga decía ayer en estas páginas que más de 15 millones de viajeros en un año “es para pensárselo dos veces”. Habría que medir el índice de carga humana de las Islas, su mayor presión demográfica, para, en su caso, moderar la hospitalidad, que no es caer en la turismofobia.

Estos días, también, fue cuando una representante de Unicef, Sandra Astete, especialista en políticas de infancia, deslizó en el ciclo de diálogos parlamentarios sobre sostenibilidad, la cifra que nadie quería oír: 150.000 menores en riesgo de pobreza y exclusión social hay en Canarias. El dato-retrato ha estremecido a algunos portavoces en la Cámara, como en el caso de Román Rodríguez (Nueva Canarias), que urge una renta básica de integración, a la que García Ramos se adhiere con aquella media docena de palabras: “demasiadas personas sin un bienestar mínimo”. Tenemos demasiadas cifras que nos dan vergüenza, y el negacionismo de los índices de paro y marginación es una ideología perversa de canario burgués que chirría. Y debemos limpiarnos los oídos y escuchar opiniones ajenas. Esta sociedad necesita hablar y oírse más. ¡Cuántos gobernantes han pisado un comedor social? Unos, con el estómago vacío, y otros, con los bolsillos llenos. ¿Quién de los dos tiene más motivos para agradecer la visita al turista?

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