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Diario de Rafael-José Díaz

Con la edición reciente de su libro Dos o tres labios, el poeta Rafael-José Díaz (Tenerife, 1971) completa un poco más de dos décadas escribiendo diarios, pues también deberíamos incluir sus anteriores entregas: La otra tierra(1995), Las laderas del rostro(1996) y La nieve, los sepulcros (1997). Hablamos de diarios, sí, pero deberíamos ser más específicos: se trata de diarios literarios, aquellos que dan cuenta de la intimidad del escritor, aquellos que remiten al fogón en el que se cuecen las palabras. El gran Alfonso Reyes subrayaba que la literatura era hija de Hermes, dios de la comunicación; por lo tanto, es difícil creer que alguien que escriba no aspire a ser leído. La gran novela, en teoría, es para todo público; la literatura epistolar, ya aspira a un contrapunto entre el que escribe y el que responde; pero el diario, también en teoría, es un ejercicio especular: quien escribe sólo se ve a sí mismo, o al menos aspira a dejar testimonio de algo. Si a estos preceptos agregamos el peso de la tradición, tendríamos que admitir que la escritura de diarios literarios es más anglosajona o germánica que hispana. Con esto no queremos decir que no existan diarios literarios en lengua castellana, sino que no abundan como deberían. Si en nuestro campo es un género que colinda con la extrañeza, entonces en el caso de Díaz la extrañeza es doble: primero por cultivarlos, segundo por hacerlo con tanta propiedad y finura.

¿De qué dan cuenta los diarios literarios? La intimidad del escritor se revela en secretos, deseos, decepciones, esperanzas, reflexiones. Ya en cuanto a factura, los diarios también encierran una proto-escritura: en una palabra puede estar el germen de un poema; en una imagen, la concepción de un relato; en una visión, la noción de una novela. No se trata de una escritura cerrada (libro publicado o poema recitado), sino de una escritura abierta, a la que siempre volvemos. Todo diario literario muestra un estadio anterior a la escritura: campo en el que las ideas vacilan, las imágenes flotan, la intuición pesca. No es el concepto de acabado el que domina en esta escritura,sino el de pulsiones o residuos.Los estadios finales no interesan, pues el diario es más escritura que literatura.

Los diarios de Díaz tienen líneas medulares: una escena cotidiana que dispara una reflexión; una imagen o idea de la que se quiere dejar registro; la cita oportuna de grandes textos o autores; ideas que alimentan otras ideas; sueños, muchos sueños, que se anotan o describen; visiones citadinas que se congelan en la escritura; paisajes, tanto naturales como siderales, que se convierten en poesía pura. Esto sin hablar de la calidad de la prosa ni de la profundidad reflexiva, que a veces alcanza niveles que remiten al Libro del desasosiego de Fernando Pessoa. Baste una breve línea de Dos o tres labiospara desvelar una poética: “Una acción que integre la lucidez y el reposo de la contemplación”.

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