Marruecos es un país con infinidad de posibilidades turísticas capaz de satisfacer tanto al amante de lo exótico como al viajero cultural o al cazador de aventuras. Recientemente, Binter ha mejorado sus conexiones con las dos grandes ciudades atlánticas situadas al norte y sur del país dándonos la excusa perfecta para conocer Casablanca y Agadir.
Casablanca es una de las ciudades más vibrantes y occidentalizadas de Marruecos y, seguramente por eso, una de las grandes desconocidas del país. Con cinco millones de habitantes, es la ciudad más grande del norte de África, y una mezcla muy interesante de tradición y modernidad. Un paisaje en el que las elegantes villas y bulevares dan un estilo europeo a la que fue colonia francesa hasta 1956, cuando Marruecos consiguió la independencia.
La corta distancia que existe desde Canarias se convierte en un atractivo más para visitar Casablanca. Entre julio y septiembre, Binter amplía las oportunidades de volar allí añadiendo una nueva conexión semanal a los dos trayectos directos de los lunes y jueves desde Gran Canaria.
Además, la compañía ha reforzado las conexiones con Agadir, el otro gran núcleo urbano costero de Marruecos, con el que habrá tres conexiones a la semana. Se trata de un destino de gran atractivo para los amantes de las playas, los deportes marítimos, el golf o la naturaleza.
Binter ha añadido un vuelo semanal desde Tenerife, los miércoles, que se suma a los trayectos que unen Gran Canaria con la ciudad marroquí los lunes y viernes. A esta oferta se añadirá el vuelo adicional que la aerolínea programa en los meses de verano.
Casablanca, entre la tradición y la modernidad
Recorrer sus grandes avenidas, plazas y parques es un viaje casi onírico. Contemplar su arquitectura es disfrutar de una mezcla de estilos art nouveau y árabe tradicional. Pero, sobre todo, admirar la combinación de culturas es abrir los ojos a un nuevo mundo. Un nuevo mundo salpicado por la brisa atlántica.
Uno de sus principales atractivos turísticos es la gran mezquita de Hasán II. Un enorme edificio religioso que se terminó de construir en 1993 después de una obra de siete años que costó más de 500 millones de euros, sin parangón en el mundo islámico. El resultado salta a la vista: un minarete de 210 metros, el más alto del mundo. En su cúspide, un rayo láser señala la dirección a la Meca y en su extensa sala de oración pueden participar hasta 25.000 personas a la vez. Los decorados se inspiran en el arte islámico de mezquitas históricas de Túnez, Damasco, Córdoba o Argel.
Todo viajero que recale en Casablanca debe conocer una de sus zonas más pintorescas, Quartier Habous. Considerada por muchos como la nueva medina, es ideal tanto para comprar souvenirs y productos tradicionales marroquíes de piel o cobre, como para darse un capricho al paladar y probar las tradicionales pastas árabes en pastelerías como la famosa Bennis Habous, en la céntrica calle Fkih El Gabbas.
El palacio real, un espacio reservado para las visitas del rey Mohammed VI los baños árabes o spas donde disfrutar de un tradicional masaje marroquí o el distrito de playa, más conocido como Corniche, son lugares que no se pueden dejar de visitar.
Y una curiosidad. Junto al club náutico, el bar Rick´s Café atiende a los turistas que llegan a la ciudad pensando en Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, que como anécdota, nunca se rodó ahí.
Agadir: costera, abierta al Atlántico y luminosa
Agadir es la gran ciudad del sur de Marruecos y se extiende paralela a la costa. Moderna, universitaria y cosmopolita, hablamos de una urbe con más de siete kilómetros de costa ideal para surfistas y amantes del de sol y la playa.
Su litoral está lleno de vida, con restaurantes, cafeterías, terrazas y comercios, destacando en el trazado de la ciudad su amplio y moderno paseo marítimo, que es una gran apuesta del país al turismo de balneario.
Estamos ante un destino que atrae también a los amantes del golf, pero que, a la vez, alberga espacios para admirar la naturaleza, como el Parque Nacional de Souss-Massa.
En el centro, Nuevo Talborjt, se encuentran los jardines de Olhao e Ibn Zidoum, las Mezquitas de Mohamed V y Loubnane, y destacan los edificios de correos, el cuartel de bomberos, el cine Salam y el tribunal.
Agadir fue fundada por los portugueses en el año 1500, destruida en 1750 y restaurada entre 1912 y 1956, al ser ocupada por Francia. Ese año su soberanía pasó a Marruecos y el 29 de febrero de 1960, un terremoto destruyó la ciudad, que más tarde rehicieron como una urbe moderna, dos kilómetros al sur del epicentro.
En ella destaca la Nueva Medina, diseñada por el arquitecto Polizzi, que hoy sigue en construcción. En ella ha recreado una ciudad medieval donde abundan las tiendas artesanales, cafés y restaurantes típicos. Un deleite para los sentidos del visitante; como lo es también el zoco El Had, el mercado más grande de la región.