La medida implementada por París para reducir los efectos de las personas que orinan en plena calle está causando una gran polémica entre sus ciudadanos, que los consideran “exhibicionistas” y arruinan algunas de las mejores vistas parisinas.
Los urinarios, llamados “uritrottoir”, que se han colocado en las calles, de color rojo brillante y expuestos a la vista, son ecológicos y no despiden olores desagradables, pero muchas voces ciudadanas se han alzado en contra de estos dispositivos y su colocación en sitios tan emblemáticos como la catedral de Notre Dame, cuya vista desde el río Sena “queda completamente arruinada” para los barcos turísticos al encontrarse a una persona orinando justo frente a estos.
“No hay necesidad de poner algo tan feo e impúdico en un lugar tan histórico”, dice una propietaria de una galería de arte localizado en las cercanías de la catedral. “Está justo al lado de uno de los edificios más hermosos de la ciudad, el Hotel de Lauzun”, dijo.
El alcalde de París, Ariel Weil, ha dicho que estos dispositivos son necesarios para la ciudad: “Si no hacemos nada, los hombres simplemente van a orinar en las calles”. Además, ha defendido que se colocaron en los puntos donde esta situación es más preocupante y defiende que no solo evitan el mal olor sino que también se utilizará como compost para parques y jardines, ya que la orina contiene suficiente nitrógeno, fósforo y potasio para fertilizar alrededor de 400 metros cuadrados de trigo.
Pero otras voces en contra de los uritrottoir también los han tachado de misóginos: “Pero ¿y nosotras las mujeres? ¿Usamos las bandejas de basura? Las ideas sexistas no son agradables”, comenta un usuario de la red social Twitter.
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