despuÉs del paréntesis

La lluvia

Se mira la información meteorológica del satélite en la TV. Las líneas corren por la Península Ibérica

Se mira la información meteorológica del satélite en la TV. Las líneas corren por la Península Ibérica. El agua inunda los campos, las calles, las casas… y las torrenteras parecen más arroyos desbocados que cauces por donde camina la gente, los coches… Y hay más: se cuentan trece muertos. Los naturales del lugar ponen el grito en el cielo por la cantidad de lluvia caída en un suspiro, más de lo que pueden contar en tres meses en los días señalados del invierno. Sin duda un atroz infortunio. Los datos lo confirman. Más si acudes a Francia y compruebas. Digamos, la Voluntad, de la que habló Schopenhauer, nos acosa; la cosa en sí, eso que existe y nos supera sin que podamos intervenir, volcanes que explotan, terremotos, tormentas… La vida en un suspiro. Pero, por los datos, el castigo nos llega de otra parte. Comenzamos a aceptar eso que cuentan los científicos e individuos como Trump lo pasan por alto de manera alevosa; está aquí: el cambio climático. ¿Se impone mover el ánimo ecológico? Schopenhauer no tiene la culpa, son los hombres los que destruyen el planeta. De modo que alguna acción ha de sobrevenir. Me lo hizo ver una cajera del supermercado. Le dije, “bolsas, en absoluto”; no contribuyo al almacenamiento de ese material en el planeta. Y señaló la compra: la fruta en plástico, la carne en plástico, el pescado en plástico, el agua en plástico… Más del 30% de lo que llevaba era plástico, para la basura. De modo que lo que se descubre es que la lucha de los desprevenidos en contra de… es una falacia. Los poderes y políticos solo razonan las ganancias y como hacen pagándoles a las ONG compran lo que no hacen. ¿Nos descubriremos civilizados a nosotros mismos alguna vez antes de la salida de este astro con todos nuestros logros, la infinita música del divino Bach incluida? Acaso el cataclismo deba contraer nuestras mentes, salir un día a la calle y acordar un movimiento total, una huelga indefinida de la inmensa mayoría de los bien pensantes. Con el mundo en suspenso y quieto, los Trump, Merkel, Salvini o Sánchez no tendrán acomodo en sus puestos, nada que recomendar, mentir o acordar. Entonces el planeta volverá a la prístina luz de los años primeros, las palabras contarán con el sentido natural, el aire cruzará nuestra nariz y la boca con el fluir de los tiempos que inauguraron el cosmos, las águilas volarán por primera vez y los canarios entonarán el canto original. Los ríos contendrán las aguas en su seno y no se volverán a desbordar.

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