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Retorno a la guerra fría y a la amenaza nuclear, por María Rozman

En Arizona, un anuncio de campaña política envía una imagen aterradora, mientras un lunático fan de Trump envía paquetes bomba a Obama y Hillary

 

 
Cuando todos pensábamos que ya había pasado la guerra fría, y los simulacros de bombas atómicas en los colegios (conocidos como duck and cover -agáchate y cúbrete-) que aterrorizaron y marcaron a tantos niños en el planeta en la década de los cincuenta y hasta entrados los ochenta, la imagen del hongo mortífero elevándose desde un plano de destrucción total y horrores indescriptibles hacia un cielo que más adelante llovería lágrimas tóxicas, esa visión regresa para quitarnos el sueño por las noches.

La imagen en cuestión es la de una bomba nuclear. En el anuncio, la senadora republicana Martha McSally advierte de que su oponente demócrata Kyrsten Sinema no podrá salvar al estado de Arizona de la aniquilación total.

Podríamos pensar que se trata de una exageración, pero en un contexto en el que recibimos tantas señales que apuntan hacia una nueva era de terror y paranoia, nada parece imposible. Hasta hace poco (unas semanas) nos preocupábamos de los síntomas medioambientales, de los daños irreparables a nuestro planeta, del efecto invernadero, del ascenso de temperaturas, todos causados -guste o no, a quien no le convenga escucharlo y según el dictamen mayoritario de la comunidad científica- al quehacer de los humanos.

No es que ya no haya que no preocuparnos, pero al ritmo que van las cosas, es probable que acabemos de una vez por todas con todo, mucho antes de que se produzca el temido y anunciado apocalipsis del cambio climático.

El presidente Trump anunció su intención de abandonar el acuerdo Start (Strategic Arms Reduction Treaty), que vencería en 2021. El Start es un acuerdo originado a partir del tratado conocido como INF (Intermediate-Range Nuclear Forces), por medio del cual durante más de 30 años se habían podido encadenar los impulsos destructores de nuestra especie, forzando la reducción de armamento nuclear por parte de los países con un mayor contingente, es decir, Rusia y los Estados Unidos. Prueba de ello es que seguimos aquí.

Hongo nuclear, resultado de la explosión de una bomba atómica
Hongo nuclear, resultado de la explosión de una bomba atómica / PIXABAY

El INF fue firmado por primera vez por el presidente Ronald Reagan y el líder de la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov en diciembre de 1987. Fue el primer y único acuerdo que eliminaba por completo toda clase de armas nucleares.

Pero no todos los líderes mundiales actuales piensan que la eliminación o al menos reducción de armamento nuclear es positivo. Desde el momento en que el presidente Trump juró su cargo en 2017 anunció su intención de retirarse del tratado. Trump dijo a la agencia Reuters entonces que “Estados Unidos se había quedado atrás en su capacidad armamentística nuclear” y que bajo su administración la iba a poner en la cima. En octubre la cadena NBC informó de que Trump había pedido a los militares que multiplicaran su armamento ocho veces más, citando a dos oficiales presentes durante una reunión celebrada en julio en el Pentágono.

Ahora, finalmente, Trump, durante uno de sus eventos de campaña por las elecciones del 6 de noviembre, dijo en Elko, Nevada, que “van a poner fin al tratado y van a retirarse”, sin indicar cuáles serán los siguientes pasos. Posiblemente, se trate de un movimiento político para despistar a aquellos que lo investigan por haber propiciado que Rusia interfiriera en las elecciones anteriores. Una manera efectiva de poner distancia aparente, y al mismo tiempo cumplir su sueño de aumentar el arsenal nuclear de Estados Unidos, y así asegurarse de que puede utilizar la amenaza del botón para amedrentar al mundo cada vez que tenga un berrinche.

Naturalmente, hay otros jugadores en la partida, China, Corea del Norte e Irán contribuyen al inventario mundial de armas letales masivas, pero estas cifras no se pueden comparar no ya solo con lo que existe, sino con la capacidad y potencial de producción que poseen las otras dos naciones.

La excusa, sin embargo, para el mandatario estadounidense es que los rusos han incumplido su parte del trato, una acusación que ya había hecho en 2014 el entonces presidente Barack Obama, después de que presuntamente se llevará a cabo una prueba de misil tierra aire. En ese momento, supuestamente Obama decidió no actuar presionado por los líderes europeos que temían que una acción estadounidense pudiera relanzar la carrera armamentística. Temor que hoy en día también debería ponernos los pelos de punta. En esta escalada de tensiones, Putin niega que haya incumplido su parte del pacto, no obstante, recientemente ordenó simulacros nucleares estratégicos de aire, tierra y mar en los campos de pruebas de Kura, Chizha, Pemboi y Terekta. Putin dijo que “el agresor debe saber que la retribución es inevitable, que será destruido. Somos víctimas de agresión -dijo el ruso-, somos mártires, iremos al cielo, los agresores únicamente morirán.”
Son muchas las voces internas y a nivel internacional que advierten a Trump de los peligros de seguir esta ruta, pero parecen ser ignoradas por el presidente, ocupado en llevarnos a todos alegremente a una nueva etapa oscura donde el miedo se hace bastión de aquellos que no gobiernan apoyados por el respeto sino por las amenazas.

Esperemos que triunfe el sentido común, pero lo veo difícil. Nos estamos volviendo inmunes a lo que realmente el horror nuclear representa al incorporarlo a nuestra rutina sin tan siquiera pensarlo dos veces. Anuncios de campaña como el de la senadora McSally nos hacen introducir en nuestra vida cotidiana la noción de que vivimos nuevamente bajo la sombra de una muerte nuclear y nos empezamos a acostumbrar a vivir con ella. Lo cierto es que la retórica violenta tan habitual estos días en los discursos de campaña tiene consecuencias reales, y aunque el uso de bombas nucleares para acabar con el adversario se limite a anuncios televisivos, el uso de bombas de fabricación casera sí se ha incluido en las acciones radicales de quienes deciden tomar en sus propias manos los ajustes de cuentas políticos.

Esta misma semana, más de una docena de paquetes bombas fueron enviados -y por fortuna, interceptados a tiempo- a personajes relevantes del partido demócrata en Estados Unidos. Barack Obama, Hillary Clinton, el multimillonario patrocinador del partido demócrata George Soros, el ex fiscal general Eric Holder y la CNN son algunos de los destinatarios que figuran en la lista de recipientes de estos mortíferos paquetes. La investigación del FBI se ha desarrollado a gran escala para dar con el paradero e identidad del cerebro de esta operación. Así, ya ha sido detenido un sospechoso, César Altieri Sayoc. Son muchos los que a raíz de este acto calificado como “terrorismo doméstico” por parte del vicepresidente, Mike Pence, hacen un llamamiento para calmar los ánimos. Quizás demasiado tarde a estas alturas del juego, que se ha vuelto, bueno… explosivo.

Artefactos explosivos enviados a Obama, Clinton y otras personalidades en EE.UU.

Y no solo el juego político.

El videojuego Fallout 76 tiene a los expertos perplejos y se han lanzado a hacer recomendaciones para tratar de poner freno al uso desmedido de las bombas nucleares en su trama. Siempre las han usado, al fin y al cabo, el holocausto nuclear es la base, pero ahora se incorporan estos tipos de ataque a un ritmo que deshumaniza por completo la auténtica realidad de esta encarnizada arma de destrucción masiva, al presentarla como una experiencia positiva, con héroes sobrevivientes, aunque mutados y deformados por la radiación.

Una bomba nuclear, es un juego de niños. Lo que me lleva de nuevo a las escuelas.

En Estados Unidos se realizan muchos simulacros en los colegios, desde incendios comunes a tornados, o intrusos armados.

Una de las razones por las que decidí volver después de dos décadas en las que viví en numerosos estados de la Unión americana es por haberme cansado de que mis hijos desde muy pequeños pasaran tanto tiempo, no ya preparándose para la eventualidad de que un azote de la madre naturaleza pudiera causar estragos, sino del temor constante a que las situaciones de peligro creadas por los seres humanos se convirtieran en una terrible realidad como muchas veces tuve que cubrir trabajando en noticias.
Como no es suficiente que vivamos constantemente alarmados por el peligro de las pistolas y rifles de asalto al alcance de cualquiera, ¿debemos volver ahora a simulacros para casos de misiles? En los años cincuenta tal vez muchos no lo sabían, pero hoy lo sabemos todos: agacharse y esconderse no te salva de un ataque nuclear. Nada nos salva de un ataque nuclear. Nada nos salva de los locos con poder.

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