juan hernández bravo de laguna

Los propios dioses

En estos días se ha cumplido el primer aniversario del inicio del quinto intento histórico del independentismo catalán, y la situación permanece ahogada. Lo sucedido en este tiempo ha puesto de relieve las importantes diferencias de este intento respecto a los cuatro anteriores. Por primera vez, los catalanistas han caído en manos de radicales antisistema de corte marxista leninista, que les están empujando a una situación imposible. A su vez, el independentismo tradicional se ha escindido entre los seguidores de Puigdemont, decidido a huir hacia adelante y a seguir a los antisistema en su estrategia de cuanto peor mejor, y Esquerra Republicana, que, en contra de lo esperado y paradójicamente, está contribuyendo a reconducir el proceso, sobre todo por medio de las figuras de Oriol Junqueras y Joan Tardà, quienes -el segundo con matices- dan continuas muestras de sensatez y sentido común. Es muy representativa una clarísima y reveladora intervención del portavoz parlamentario, en la que calificó de ingenuo o estúpido al independentista que crea que puede imponer la independencia a la mitad de la población catalana que no lo es. Por desgracia, la estupidez y la falta de sentido común abundan en ese campo y, en general, en la política española. Por el lado del Ejecutivo de Pedro Sánchez se sigue gobernando a golpe de ocurrencias sectarias y sin futuro, protagonizando una permanente campaña electoral que pagamos todos los españoles (ahora se ha olvidado de la reforma constitucional en tres meses y, sobre la exhumación de los restos de Franco, ha enviado a su vicepresidenta a una disparatada entrevista en el Vaticano, que la ha dejado públicamente como mentirosa). Era evidente que tenía que pagar la deuda contraída con los independentistas por su apoyo en la moción de censura, y, tras recibir a Torra en la Moncloa, desde su delegada en Cataluña hasta él mismo y miembros de su Gobierno han estado lanzando el globo sonda de los posibles indultos después de las previsibles condenas de los encarcelados. El problema es que el indulto hay que solicitarlo expresamente, y los presos han anunciado su negativa a hacerlo, porque estiman que sería reconocer su culpabilidad. Una Ley de Amnistía no parece posible, aunque del aventurerismo del presidente se puede esperar cualquier cosa. En cuanto al delito de rebelión, se han dedicado a recuperar unas antiguas manifestaciones de Federico Trillo como argumento de autoridad, para intentar sostener que ese delito requiere la participación de militares armados; y han ordenado a la Abogacía del Estado que no acuse de ese delito. El problema para ellos es que el Código Penal no exige tal participación, y se limita a recoger el delito en el Capítulo dedicado a los delitos en contra de la Constitución, es decir, en contra del orden constitucional. Más estupidez por esta parte.

La débil y frágil democracia española está sufriendo demasiados ataques desde la estupidez y la falta de sentido común, y está siendo puesta a prueba con demasiada intensidad por demasiados estúpidos. Pero no tiene fácil su defensa. Ya Schiller dejó escrito en su Juana de Arco que “contra la estupidez los propios dioses luchan en vano”. En la política española más. Y en Cataluña peor.

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