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La legitimidad es de izquierdas

Una de las sorpresas de las recientes elecciones andaluzas fueron los inesperados cuatrocientos mil votos y doce escaños obtenidos por Vox, que se suma así a los continuados éxitos de la emergente extrema derecha europea y sus fuerzas políticas más representativas

Una de las sorpresas de las recientes elecciones andaluzas fueron los inesperados cuatrocientos mil votos y doce escaños obtenidos por Vox, que se suma así a los continuados éxitos de la emergente extrema derecha europea y sus fuerzas políticas más representativas. Lo que no constituyó ninguna sorpresa fue la reacción de Podemos y su autoritario líder Pablo Iglesias. Porque, fiel a sus convicciones y su estilo, se apresuró a llamar a la movilización callejera de lo que denominó un “frente antifascista”, una especie de cordón sanitario en contra de la voluntad, democráticamente expresada en las urnas, de cuatrocientos mil electores. Una voluntad y unos resultados que calificó de peligro para la democracia.

Esta reacción no constituye ninguna novedad porque ya sabíamos que la izquierda que representa Iglesias es una izquierda antisistema, que llama a la ejemplar Transición española, que quiere destruir, “el régimen del 78”, y que utiliza las instituciones democráticas como meros instrumentos de usar y tirar: los usa cuando conviene a sus intereses y los tira cuando ya no le sirven; acepta el veredicto de las urnas si le favorece y llama a combatirlo si no. Porque su terreno no son las instituciones y las urnas, sino la algarada callejera y el acoso y derribo de sus adversarios, a los que considera enemigos. Y su fracaso andaluz, que comparte con el PSOE, su importante pérdida de apoyos electorales, refuerza su rechazo de un terreno institucional y electoral que le es ajeno, en el que no cree y que ahora no puede utilizar a su favor.

No es preciso imaginar mucho para saber qué crítica unánime y feroz se hubiera suscitado si, por ejemplo, después de aquellas elecciones europeas en las que Podemos comenzó a obtener buenos resultados Mariano Rajoy y su gente hubiesen denunciado la entrada en política de la extrema izquierda como un riesgo para la democracia; hubiesen rechazado el resultado de las urnas y llamado a la creación de un frente anticomunista. Iglesias defiende el derecho a la autodeterminación de Cataluña, ha combatido el proyecto más transversal que impulsaba Errejón y pretende liderar a los comunistas españoles en un proyecto antisistema. Pero si Rajoy y su gente les hubieran negado legitimidad a sus resultados electorales, la unánime y feroz crítica en contra suya duraría hasta ahora.

Una característica perversa de la política actual es la legitimidad social y mediática de la que goza la extrema izquierda frente al rechazo que genera la extrema derecha, incluso en la propia derecha, que teme la identificación entre ambas propuestas. Podemos y sus múltiples franquicias constituye un movimiento antisistema comunista leninista, con componentes estalinistas en su organización central y en algunas de estas franquicias. Sin embargo, la izquierda no tiene reparo en colaborar y hasta en mantener pactos de gobierno con ellos. Y eso a pesar de las evidencias de las sistemáticas violaciones de los derechos humanos y de la brutal represión de la disidencia que han practicado -y practican- todas las dictaduras comunistas, pasadas y presentes. La legitimidad es de izquierdas, y todo indica que seguirá siéndolo en el futuro.

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