el charco hondo

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La anécdota, rescatada por David Trueba, asoma en una historia del arte de la mirada (una de tantas posibles) que hace Mark Cousins

La anécdota, rescatada por David Trueba, asoma en una historia del arte de la mirada (una de tantas posibles) que hace Mark Cousins. Una tarde en que Mahoma regresaba a su casa, se disgustó por la cortina que una de sus esposas había colgado de la puerta de entrada -bordada con figuras de animales, le pareció que sus imágenes desbordaban la austeridad del hogar-. Arrancó la cortina, y al día siguiente su mujer, Aixa, fabricó con ella un cojín, logrando así zanjar el problema, porque en el contexto de un hogar un cojín tiene menos protagonismo y presencia que una cortina. Y eso, como acertadamente concluye Trueba, es lo que el PP y Ciudadanos han hecho con sevillanas maneras con Vox: un cojín con la cortina de quienes, llámase ultraderecha o como se le quiera denominar, tanto da, proponen derogar la ley de violencia de género, demonizan a los inmigrantes, ridiculizan las políticas de igualdad, rechazan el matrimonio homosexual, reducen a la condición de imposición ideológica cualquier expresión del orgullo gay e incorporan los derechos de las mujeres a las mesas de negociación; en definitiva, caricaturizan los avances en estos y otros terrenos y siembran dudas sobre derechos fundamentales, generando una lluvia fina de regresión para llenar de humedades algunos principios básicos (estos son los socios andaluces del PP, sí, pero también de Ciudadanos). Ni un paso atrás. No podemos bajar los brazos. Tampoco la voz. Si lo hacemos llegaremos tarde. Ni un paso atrás ante quienes pretenden devolvernos al blanco y negro, al azul y al rosa, a las mujeres un paso por detrás, a los homosexuales estigmatizados. Hay que movilizarse, y hay que hacerlo sabiendo que no podemos contar con los partidos, agazapados como están a la espera de si necesitarán o no a Vox aquí o allá. Hay que echarse a la calle. Hay que plantar cara. Cuando se flirtea con la posibilidad de desandar derechos irrenunciables, mercadeando con los avances en igualdad, no puede delegarse la contestación, no cabe desentenderse. La involución que están sembrando, escondida bajo banderas españolas o catalanas, exige movilizarse. Quienes aspiren (aspiramos) a una sociedad de personas con idénticas oportunidades, miedos, derechos y libertades deben (debemos) movilizarnos. Que no escondan la cortina rebajándola a cojín. Todos debemos levantar la voz, sin excepción. Nosotros. Nosotras.

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