después del paréntesis

Ropa no

Como hace mucho tiempo, mis hijos, que ya son mayores, se despertaron muy pronto y corrieron a nuestra habitación para fastidiarnos el sueño. “¡Abajo, abajo, que ya hay regalos para abrir”. Con los ojos pegados a los párpados nos dispusimos a disfrutar de las ilusiones que se encontraban perfectamente empaquetadas en el salón. Unas botas preciosas, un abrigo mejor, dos pantalones de lujo, una colección de cuchillos para el trabajo del mayor… “En Irlanda (donde ahora vive) no te tratan así”, dije al pequeño. “Je, je”, contestó a la par de la pregunta: “¿Y el juego qué?”. A todos los humanos nos acongojan las astucias de la edad, eso que un balón de plástico asentara la felicidad más duradera en estas fechas. El mundo ha variado los registros. Eso es lo que su madre teme, que no solo consuma tiempo para adentrarse en esos artilugios fastuosos y sorprendentes de los que es un consumado experto, hasta para concursos con chicos extrañísimos de todas las partes del mundo, de Rusia, EE.UU., Inglaterra, Alemania o Japón, sino que sea capaz de montar por él mismo un superordenador. De eso desconfiamos (por lo general), porque no solo han cambiado las palabras de uso a nuestro alrededor, sino porque la comunicación ya no se aviene a nuestros requisitos. Por ejemplo, la joven vecina cuyo novio encontró en una página de internet y no en el bar de las proposiciones. Así, los zapatos bien, los pantalones se usan…, mas convengamos en el rigor (dijo), que no hay tiempo que perder y estas son horas propicias.

Uno se pone a calibrar y admite que desplazar regalos a quienes quieres cumple exactamente con lo que el afecto marca: es poco. Cada detalle cuenta con semejante envite. Los hijos, la pareja, los seres cercanos… Se ha diseñado tal mérito no tanto para dar razón al consumo y a quienes propagan el consumo en su beneficio sino para demostrar las posiciones inalterables. Regalé esto (¡precioso!) a… Pero lo que va restañando los términos es la distancia; yo en un mundo ellos en… Lo vi en la fotografía de un periódico. El niño caligrafió con bolígrafo azul la carta correspondiente. Y luego de pedir esto y lo otro (de un reloj digital a asuntos para Playmobil) exponía que si alguna otra cosa se agregaba…, mejor. Con una condición, que aparecía en letras mayúsculas y grandes entre signos de interjección: “¡No ropa!”
“Esas tenemos”, le dije a mi hijo menor; “cosas de la edad, ya sabes”.

TE PUEDE INTERESAR