santa cruz

Vive bajo un embarcadero en Valleseco y sale a flote tras una vida de droga y alcohol

José Carlos Castilla lleva viviendo en la calle más de 15 años; buena parte de ellos los ha pasado bajo el viejo embarcadero de Valleseco
José Carlos Castilla ha convertido los bajos del viejo muelle de Valleseco en su hogar; allí tiene todo lo que necesita y cuando el mar empuja coge su mochila de emergencia y con ella se va al cajero de una entidad bancaria del barrio. Fran Pallero

Lleva más de 15 años viviendo en la calle, siete sin consumir droga y un mes sin tomar alcohol. A sus 55 años, José Castilla encaja a la perfección en las estadísticas que reflejan el perfil de las personas sin hogar. Unos números que dicen que en el 80% de los casos se trata de un hombre, de entre 55 y 65 años, y de los que el 30% proceden del propio Santa Cruz. José Carlos, aunque de ascendencia gomera, nació en Valleseco, y allí, bajo el muelle de esa playa que dice que no verá nunca remodelada, ha instalado parte de su vida. “Entre una cosa y otra, he pasado unos diez años entre los pilares de ese muelle, ahora llevo un año y poco aquí. Después de la última neumonía (ha tenido cinco) estuve un tiempo en el centro porque creí que no lo contaba…”.

José Carlos habla con la voz ronca del tabaco y de los años de calle y excesos. Reconoce todos sus errores, los que le llevaron a la calle, a meterse en el mundo de la droga, a perder el trabajo, el matrimonio. “Empecé con la cocaína, después la heroína. No aguantaba el trabajo y claro, los acababa perdiendo todos”, cuenta con la resignación y la sabiduría que dan los años y la necesidad. No está seguro de qué edad tenía cuando se quedó definitivamente en la calle. “Creo que no había cumplido los 40”. Se divorció, y ahí empezó todo, asegura.

“Después de mi separación, entre que mi mujer y yo íbamos y veníamos, empezaron los problemas con las drogas. Cocaína, heroína, excesos con el alcohol…”. Fue una vecina del barrio en el que se dedicaba a cuidar coches, la que le animó a salir de la droga. “Me veía todos los días y se me acercó a preguntarme si quería que me ayudara”. Su respuesta le llevó al Proyecto Hombre.

“Me dije, voy a intentarlo, y allí estuve dos años”. No llegó a completar el proceso de recuperación y volvió a consumir. “Me salió un trabajo en Mercatenerife, volví con mi exmujer un tiempo, incluso vivimos con mi padre, aquí en Valleseco, pero recaí en la cocaína y la heroína”. De ahí en adelante estuvo dando tumbos. “Trabajaba una semana y, luego, otra vez a la calle”·, cuenta.

José Carlos, lo volvió a intentar y, esta vez sí, asegura, dejó atrás el consumo. “Gracias a Dios llevo ya siete años que me quité de las drogas. Estuve con metadona, también la dejé y me quité de todas las pastillas que tomaba como Tranquimazin o Tranxilium. Estuve en la unidad (de atención a las drogodependencias del Cabildo). Salí, y perfecto hasta ahora”.

Hace una pausa y reconoce que sí ha seguido bebiendo, aunque no desde hace un mes. “Empecé el tratamiento de la hepatitis y llevo un mes a secas. Estoy tranquilo, creo que lo puedo llevar bien”, dice como para autoconvencerse de que lo va a lograr.

“Estuve unos dos años en la casita de acogida que está en Finca España, antes lo llamaban proyecto Lázaro y ahora creo que Casa Sol. Ahí pasé la revisión médica unas cinco veces”, continúa contando José Carlos. “Esta última vez me dieron el 65% de minusvalía y tengo una pensión no contributiva. Después de la última subida, son ahora unos 390 euros”.

Su día a día

José Carlos, empadronado en el albergue de Santa Cruz, gestiona allí todas las ayudas. “Ya me han dado los papeles para la nueva tarjeta de alimentos. Mañana los llevo a la UTS de San Andrés”, cuenta. “También tengo los bonos del Cabildo; con eso me puedo mover en guagua”, añade. La Unidad Móvil de Atención (UMA) del albergue lo visita cada 20 días. “A veces me los encuentro por la calle y me preguntan cómo estoy y si necesito algo”.

En la casa de José Carlos, los pilares del viejo muelle son el reflejo de la vida de su inquilino. Desconchados, oxidados, con grietas, pero en pie. “Aquí cuando el mar se pone malo, me tengo que subir a la parte de arriba (la más pegada al muro de la playa) y si se pone muy malo, cojo una mochila que tengo, meto las cosas y me voy al cajero de la Caixa de aquí de Valleseco” explica. “Me voy en plan hippie”, dice sonriendo. Asegura que en la entidad lo conocen y que no le ponen problemas.

Cuando se le pregunta si se ve mucho más tiempo viviendo así, asegura que no lo piensa. “Lo mismo que estoy aquí puedo estar en otro sitio. Me han dicho de buscar una casa de okupa pero yo no me veo en eso”.

¿El trabajo? “Lo tengo que hacer a través de Sinpromi por lo de mi pensión, pero, la verdad, allí te ofrecen formación, cursitos de ordenadores y eso, la verdad, a estas alturas de mi vida lo veo una tontería. Si sale una lavandería, un jardín, sí. Seis meses, tres, lo que sea. Pero para escuchar charlas…”. La posibilidad de salir de la calle es un piso compartido. Con una pensión de 390 euros no da para más.

“El tema de compartir piso es complicado porque si no es una persona que tú conozcas, la convivencia se complica, además no puede haber tentaciones de droga o alcohol”, comenta José Carlos. Aún así, cunado lo visita DIARIO DE AVISOS, aprovecha para decir que lo único que ahora pediría es que le ayuden a conseguir “ese pisito compartido”.

TE PUEDE INTERESAR