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El voto útil

El concepto de voto útil se refiere al voto que se transforma efectivamente en escaños, una vez que se aplica la fórmula electoral -en España la fórmula de Victor d’Hondt (que políticos y periodistas se empeñan en llamar absurdamente ley)- en el interior de cada circunscripción. La circunscripción es un elemento fundamental en todo sistema electoral porque, precisamente, constituye el ámbito territorial y personal en el que se traducen los votos en los escaños que corresponden a cada una. Por eso no tienen ningún valor esas encuestas y sondeos que se limitan a dar unos porcentajes de votos referidos a toda España. Lo opuesto al voto útil es el llamado resto o voto restante, que es aquel voto que se pierde porque, al aplicar la fórmula, no sirve para asignar ningún escaño. En la práctica es como si no se hubiera emitido.

Cuestión distinta es el valor del voto, es decir, cuántos votos mínimos hacen falta para obtener un escaño en cada circunscripción (la provincia para el Congreso). En las circunscripciones de magnitud pequeña, en las que se eligen seis o menos diputados, al repartirse pocos escaños no hay suficiente número de ellos para que entre en juego la proporcionalidad, y la circunscripción se convierte en mayoritaria. A partir de siete escaños el reparto empieza a ser proporcional, y cada vez lo es más a medida que aumenta el número de escaños, aunque a partir de veinte, o incluso antes, la proporcionalidad tiende a convertirse en constante, según Douglas W. Rae demostró hace más de medio siglo. Pero, como a cada provincia se le asigna un mínimo de dos escaños, y solo a partir del tercero se le concede ese número de escaños en función de la población, las provincias poco pobladas están sobrerrepresentadas y en ellas hacen falta menos votos para obtener un escaño. Los casos límite, por ejemplo, serían Soria o Teruel y Madrid o Barcelona. En la provincia de Las Palmas se van a elegir ocho escaños y en la de Santa Cruz de Tenerife siete, con una proporcionalidad débil en ambos casos. Todo lo anterior tiene que ver con el problema de la dispersión del voto de derechas y centro derecha, dispersión que puede convertir en inútil ese voto y dar escaños a la izquierda, tanto en el Congreso como en el Senado, del cual nos ocupamos el jueves pasado. Se trata del voto útil que reclaman Pablo Casado y los populares, porque se puede producir la paradoja de que, en muchas provincias, los votos de Vox arrebatados al Partido Popular no le sirvan a Vox para obtener escaños, impidan que los obtenga el Partido Popular, y terminen posibilitando la elección de candidatos socialistas. Los extremos pueden tocarse, y los sistemas electorales son muy sensibles a estos fenómenos y estas variaciones.

En la izquierda, Podemos está intentando superar sus crisis y divisiones internas para evitar que el voto útil vaya a los socialistas, como parece que ocurrirá. En Cataluña, el voto útil no independentista ni socialista favorecerá a Ciudadanos, mientras que los antiguos convergentes y Esquerra se disputan esa utilidad, con ventaja para los segundos. Por su parte, los nacionalistas vascos esperan a Pedro Sánchez.

De todas formas, los ciudadanos españoles, en uso de nuestra libertad, votaremos libremente el próximo día 28, y el único criterio que seguiremos es el criterio de nuestra libre voluntad.

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