En España tenemos algunos problemas de complicada solución. Uno es la visión del empresario, al que usualmente se le presenta como un desalmado sospechoso de jugar con ventaja y dañar a terceros con tal de salirse con la suya. Siempre podemos culpa a Dickens de esa imagen, pero deberíamos plantearnos las razones por las que en otros países esto no ocurre.