claves para ser brillante

Resiliencia: el antídoto contra las adversidades

El antídoto contra las adversidades

Coordinado por Priscila González

A lo largo de la vida todos atravesamos o atravesaremos circunstancias, etapas o coyunturas que podrían poner a prueba nuestras capacidades y fortalezas para salir adelante, para ponernos en pie y reverdecer tras sufrir en cada una de nuestras ramas y raíces el azote del más fuerte de los vendavales.

El término “resiliencia” es muy antiguo, proveniente del latín resilio que significa volver atrás, rebotar o volver de un salto. Un concepto que la física también ha tomado para describir la resistencia de un cuerpo a la rotura por un golpe o a la capacidad para recobrar su forma original tras ser sometido a una gran presión.

En las personas ocurre algo similar, al considerar la resiliencia como la habilidad del ser humano para sobreponerse y superar las adversidades, transformando los infortunios en oportunidades para salir fortalecidos, dando un nuevo sentido o significado al devenir de nuestro día a día.

La importancia y alcance de esta poderosa herramienta la podemos observar a diario en hombres, mujeres y niños que han sufrido y superado eventos traumáticos, guerras, enfermedades o injusticias. También, en su versión más moderna se habla de ciudades resilientes como aquellas que están preparadas para el cambio y para recuperarse de situaciones de riesgo, crisis o situaciones que irían desde la inestabilidad social o política, a desastres naturales e incluso terrorismo. Buen ejemplo de ello lo encontramos en Nueva York, ciudad que tras los atentados sufridos el fatídico 11-S se vio inmersa en un profundo trauma que conmocionó al mundo. Los neoyorquinos transformaron ese dolor en un ejemplo de superación, forjando una ciudad que finalmente ha sabido recuperar su esplendor y recomponerse de la tragedia.

¿Cómo medimos nuestra resiliencia?
Los períodos de cambios o crisis son inherentes al ser humano, y son éstos los que verdaderamente medirán nuestra capacidad de respuesta resiliente. No sólo la podemos observar a través de nuestras conductas sino que también se sustenta en nuestro sistema de creencias, nuestra forma de percibir el mundo y la actitud que tomamos ante las eventualidades que acontecen en nuestra vida.

La resiliencia está estrechamente relacionada con la capacidad de aprender del resultado de nuestros esfuerzos, tanto si éstos acaban en éxitos o en fracasos, y también con la iniciativa para emprender y ser perseverantes en el logro de nuestras metas o proyectos, a pesar de las dificultades o los problemas. Encontramos en ella un antídoto contra el estrés, una herramienta para desenvolvernos con éxito en nuestro día a día, y un bálsamo para enfrentar los desafíos o contratiempos personales y profesionales.

Claves para ser resilientes
Ser resilientes no significa resolver nuestros problemas, dejar de sentir malestar, dolor o incomodidad ante las dificultades. Va mucho más allá. Es una poderosa herramienta que tiene que ver con nuestras habilidades para gestionar de una forma constructiva y positiva nuestra percepción de las adversidades, aceptar y manejar nuestras emociones de la forma adecuada y, sobre todo, aprender de cada uno de los obstáculos que afrontamos en nuestro camino.

En un sentido más amplio, se trata de una fortaleza que nos conduce a un crecimiento y transformación más profundo. Ocurre cuando nos encontramos sobrecogidos por la muerte de un ser querido, cuando sentimos que nuestro mundo se derrumba ante un problema de salud, la pérdida de la estabilidad económica, un fracaso sentimental o profesional, los conflictos o el abuso. En este tipo de contextos encontramos numerosos ejemplos de superación en personas que, independientemente de la edad, género o situación socioeconómica, encuentran en la resiliencia un mecanismo de metamorfosis para reinventarse y resurgir de las cenizas. Pero ¿qué caracteriza a estas personas?.

No se trata de una cualidad impresa en nuestra genética, aunque puede verse condicionada por nuestro carácter y personalidad. Podemos desarrollarla a lo largo de toda la vida a través de diferentes actitudes y habilidades como la flexibilidad frente a los cambios, la adecuada gestión emocional, la perseverancia en los propósitos, el optimismo realista, el establecimiento de relaciones sociales positivas, la empatía y la tolerancia a la frustración e incertidumbre, entre sus principales rasgos.

En épocas de cambios como las que vivimos solemos pensar que sólo los fuertes sobreviven. Sin embargo Charles Darwin decía que “las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Así es como ocurre con las personas, las empresas, las ciudades o los países. Algo que por suerte o por desgracia, sólo depende de nosotros.

www.serbrillante.com
@institutoserbrillante

TE PUEDE INTERESAR