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Bendito viernes

Lo mejor del viernes es que al día siguiente es sábado. Y los fines de semana los políticos se van a sus casas solariegas y nos hacen el favor de no hablar de pactos, de pactos posibles e imposibles. Los periódicos y los telediarios viven de la incertidumbre, y me parece muy bien, pero yo hace años que hago una cosa: sólo leo el resultado final. Veo titulares diariamente y elucubro en privado, pero no escribo sobre alianzas de unos y de otros. Entre otras cosas porque todo es mentira y sólo al final saldrá lo que tiene que salir, que espero que no sea lo mismo de siempre, aunque tampoco podría asegurar lo contrario. Los políticos son unos señores que tienden a confundirlo todo y a complicarlo todo también. Cuentan lo primero que se les ocurre y los periodistas lo recogen y lo publican, desde la primitiva opinión de un alcalde de pueblo a las de las más altas instancias. Luego está el lector, que se lo cree todo o no se cree nada, según le interesa. Y más tarde llega el resultado final, que no tiene nada que ver con lo que se dijo al principio. Esto se viene repitiendo en una y otra legislatura, tras cada consulta electoral. En ocasiones incluso me parece divertido, porque, ¿qué sería de nosotros sin este teorema de la confusión? No seríamos nadie. Pero lo mejor de todo es lo del viernes. Acaba la semana y se detienen los rumores políticos para dar paso al fútbol, cuando hay, que ahora ni siquiera existe. En este momento los medios deportivos hablan de fichajes, los de verdad y los de mentira. Porque en el fútbol se repite lo de la política, más o menos. Es el rumor la antesala de la noticia, pero sólo a veces. Otras, el rumor es un auténtico disparate.

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