Ya nos lo advertía el genio Albert Einstein al afirmar que “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”, refiriéndose a esa poderosa fuerza interior que tenemos todos los seres humanos para lograr nuestros propósitos. Esto no sólo alude al hecho de definir nuestras metas o deseos, sino también a mantenernos firmes en el camino hacia su consecución. Pero, ¿qué tiene que ocurrir para que conectemos con esa fuerza?
Sin emoción no hay motivación
Aprender un idioma, ir al gimnasio, seguir una dieta, preparar un examen o llevar a cabo un proyecto… En nuestro día a día nos proponemos cumplir con multitud de tareas y retos, elaboramos listas, apuntamos en la agenda, planificamos horarios y hasta disponemos de aplicaciones virtuales que nos ayudan a organizarnos para sacar el máximo provecho de nuestro tiempo. A priori, podría decirse que tenemos todas las herramientas y capacidades para conseguir todo lo que nos proponemos, pero en esto de ser productivos existe una pieza esencial que hace que nuestra maquinaria motivacional se active: la emoción.
Nuestro cerebro está estructurado de tal manera que cuando los pensamientos y las emociones entran en competición, las emociones casi siempre ganan la partida. Es muy probable que si algo te desmotiva profundamente, por mucho que debas o necesites conseguirlo, acabes abandonándote a la pereza y al desánimo. Sin embargo, cuando estamos motivados somos capaces de realizar cualquier tipo de esfuerzo físico y mental para lograrlo, más allá de las dificultades y de las circunstancias externas.
¿Castigo o recompensa?
Por naturaleza, los seres humanos somos animales curiosos en la constante búsqueda de sensaciones e incentivos que nos ayuden a superar los obstáculos y a obtener bienestar. En este contexto funcionamos en dos direcciones que dependen de los motivos que nos impulsan a la acción. Pensemos en un deportista, un estudiante o un emprendedor, ¿qué les mueve a esforzarse para conseguir sus metas?. Por un lado, pueden encontrar absolutamente estimulante el reto de alcanzar una recompensa como ganar una medalla, obtener un título o ver materializado su proyecto de negocio. Pero también es frecuente que las circunstancias adversas, la necesidad, la injusticia o las situaciones dolorosas de nuestra vida movilicen y focalicen toda nuestra energía en escapar, evitar o superar dichas coyunturas.
Pequeñas dosis de éxito
Sea cual sea el motivo que nos impulsa, mantenernos en el camino que nos lleva a alcanzar con éxito nuestros propósitos depende de otros muchos factores. Vivimos en la sociedad de la inmediatez, en la “cultura del click”, lo queremos todo y rápido. Pero las personas no funcionamos como las máquinas, no existe un botón mágico para acceder a nuestros deseos de forma inmediata y, por lo general, conseguir las cosas requiere de un proceso más o menos complejo, dependiendo de las metas que nos propongamos conquistar.
B.J. Fogg, psicólogo de la Universidad de Standford e investigador del comportamiento humano, nos propone el modelo de los “tiny habits” (hábitos diminutos) considerando que la motivación es como un músculo que debemos entrenar poco a poco, sin forzarlo ni fatigarlo en exceso. Si somos demasiado exigentes con nosotros mismos podemos decaer fácilmente, sin embargo, si queremos conseguir algo y nos planteamos realizar cada día pequeñas acciones que nos acerquen a nuestros objetivos, seremos capaces de generar nuevos hábitos y rutinas que permanezcan en el tiempo. La clave está en empezar por algo que sea tan fácil que no puedas decir que no. De esta manera no nos veremos afectados por las fluctuaciones de nuestros estados de ánimo, algo que Fogg define como “olas de la motivación” que suben y bajan, aumentando o disminuyendo nuestra energía a la hora de realizar ciertas tareas. Si el esfuerzo que debemos invertir es alcanzable y, a la vez, suficientemente retador tendremos más posibilidades de éxito.
Sin varitas mágicas ni trucos infalibles, la fórmula consiste en realizar pequeños cambios para conseguir grandes resultados. ¿Quieres mejorar tu alimentación?, pues empieza con una pequeña modificación en una de tus comidas diarias. ¿Quieres ponerte en forma?, puedes comenzar por caminar cinco minutos al día. Y así con cualquier objetivo o cambio positivo que quieras incorporar en tu vida. Una vez que consigamos dar el primer paso nuestra confianza irá en aumento y podremos incrementar poco a poco la dificultad, continuando con el plan de acción y, sobre todo, celebrando cada pequeño éxito que logremos.
La chispa que enciende nuestro motor vital cada mañana requiere de un combustible con tres ingredientes que todos tenemos a nuestro alcance: decisión, emoción y acción. ¿Te animas a probarlo?.