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Pasemisín

Clavijo estaba imputado y se presentó como candidato a la Presidencia del Gobierno. Y cuando podía haber hecho un pacto con unos y con otros dejó pasar los días, cuando un pacto se agarra por las orejas a las primeras de cambio

Lo peor del poder es tratar de mantenerse en él, cuando no se puede. Clavijo estaba imputado y se presentó como candidato a la Presidencia del Gobierno. Y cuando podía haber hecho un pacto con unos y con otros dejó pasar los días, cuando un pacto se agarra por las orejas a las primeras de cambio. En el momento en que le dijeron los unos y los otros que vale, pero que vale sin él, se resistió. Ahí le pudo el gustirrinín que genera el poder en el ser humano y los inmensos elogios recibidos desde Radio Club y desde otros medios, subsidiados de una u otra manera. Han existido notables prebendas a periodistas de salón que elevaron al bueno de Fernando a un cielo demasiado grande para él. Hay que tener en cuenta que, hace nada, participaba en un programa juvenil en Canal 7. Es decir, que uno duda -y ahora más- de las condiciones de madurez intelectual del susodicho para gobernar las ínsulas. Casimiro, viejo zorro, le hizo un gomero y F.C. se lo creyó. Y hasta última hora intentó Clavijo hacer ver a sus colaboradores que el pacto estaba hecho. Pero lo que consiguió fue cargarse a Coalición Canaria para los restos y dejar a miles de familias en la puta calle. Ahora tiene F.C. dos caminos: uno, quedarse de parlamentario raso; dos, irse al Senado, si puede, y darle el pasemisín al Supremo, con lo que la cosa de las grúas y otros asuntos de reparos iban a dilatarse. No sé, que él elija, pero que sepa que a cada cochino -dicho sea con todos los respetos y sólo utilizado el marrano como símil- le llega su sanmartín. Porque el chancho era otro, que tampoco está. Ay.

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