porqué no me callo

Argonautas sin vellocino de oro

Como quiera que el 10% de los más pobres del mundo necesitarían trabajar tres siglos para ganar lo mismo que el 10% más rico en un año, la cosa de la desigualdad no tiene fácil arreglo, y las crisis seguirán ahogando a los parias y engordando la cifra de millonarios. En un rapto de sinceridad, la concejal capitalina de Asuntos Sociales, Marta Arocha, mostraba ayer en la portada de este periódico su sorpresa (su estupor) ante “la pobreza tan grande que hay en Santa Cruz”. La radiografía social a cargo de la clase política no solía llegar a estratos tan profundos de la economía más menesterosa. Admitir que un destino turístico de primer orden mundial alberga bolsas de miseria hasta ese punto de la niña que se desmayó en un comedor escolar porque solo hacía una comida al día era hasta ahora políticamente incorrecto. Los discursos de investidura no solían poner el foco en las tasas de pobreza, sino en inversiones y tecnologías, que visten mejor y tapaba las vergüenzas.

Este jueves es posible que el candidato socialista entre al trapo, pues ha dicho que su Gobierno hará una prioridad del 40,2% de riesgo de exclusión social en Canarias (el 20,6% en todo el Estado). Mencionar la tasa Arope, establecida por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, como ha venido haciendo este periódico, era mentar la bicha al gobernante del edén. Recapitulemos. Estar en situación Arope, como está Canarias, supone que el porcentaje de afectados de su población está en riesgo de pobreza (vive con una renta inferior al umbral de la misma, es decir, por debajo del 60% de la renta nacional), está en privación material severa (no puede permitirse cuatro de nueve ítems de consumo básico definidos a nivel europeo) y sufre baja intensidad de trabajo (calculada según los meses que acumula en el paro).

Cuando vienen curvas (palabras, como ahora, desaceleración no invitan a pensar en otra cosa), esas capas deprimidas descienden a los infiernos, si ya no lo habían hecho antes. Las Islas tienen a menudo motivos para sacar pecho. Ahora mismo, Risco Caído es una medalla en la guirindola del archipiélago, otro Patrimonio Mundial para la buchaca. Pero lo cortés no quita lo valiente. Si el nuevo Gobierno quiere echar a andar con buen pie debe llamar a las cosas por su nombre y poner el ojo en lo preferente. Ningún turista va a dejar de venir porque lea en la prensa noticias de los niños de Dickens en nuestros comedores escolares de verano junto a las playas que el sol calienta.

No es que el cambio político venga a aguarnos la fiesta, es que o cogemos la estadística por los cuernos o nos embiste la realidad.

Este viernes de investidura cae un telón y se abre otro con el nuevo ciclo. Es la última semana de CC en el poder después de 26 años, y los argonautas que tendrán que remar a partir de ahora no pretenderán ir en busca del vellocino de oro, sino van a tener que dar la vuelta al calcetín y acabar con los atascos, las listas de espera y el caos hospitalario, los sin hogar y los pobres de solemnidad que los anteriores regidores no vieron o no quisieron ver. A los viejos los juzgaron ya las urnas; a los nuevos gobernantes los empiezan ahora a examinar las mismas manos que mañana pondrán la papeleta y a cada uno en su sitio.

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