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EDITORIAL | El poder de contar la verdad aunque no le guste al poder venció

¿Qué podemos decir desde las páginas de Diario de Avisos? No hemos tenido sino dificultades para abrirnos camino. Pero lectores y anunciantes valientes nos dieron la mano. Alguien, desde lo alto del poder, nos miró sobre el hombro y dijo que íbamos a cerrar
Jaque mate. Pixabay
Jaque mate. Pixabay
Jaque mate. Pixabay

La eclosión que supusieron ayer en la política canaria las censuras de los cabildos de Tenerife y La Palma cobrará mayor significación e impacto a medida que pase el tiempo. Resultaba inimaginable, hace tan solo dos meses, un volantazo semejante de 180 grados en ayuntamientos, cabildos y Gobierno que diera por tierra con Coalición Canaria, tras más de tres décadas instalada en las cúpulas de las principales instituciones, como partido soberano de una suerte de Monarquía sobrevenida con la fuerza de la costumbre y la apariencia de un poder hereditario.

El Cabildo de Tenerife era el último gran bastión. Y el primero en importancia, en la escala de valores de una fuerza intrínsecamente insularista, ATI, que adoptó los atavíos de una organización regional, CC, para incardinarse en la esfera del poder autonómico. CC fue siempre, desde su más temprana concepción bajo las siglas de UCD, un partido de vocación municipalista. Pero fue el asalto al palacio insular a finales de los 80 cuando conquistó la plaza de la plaza de España, y desde esa atalaya expandió ya toda su hegemonía hasta ayer.

Con ATI, el veterano partido de la Isla, la política canaria mutó. No tardó en hacerse una fórmula de éxito más allá de su principal feudo territorial, Tenerife, con ayuda de herreños, palmeros, majoreros, conejeros y -solo en el entretiempo de mayor proyección regional y nacional- grancanarios, y, en menor medida, gomeros. Pero, sobre todas las cosas, CC se debía a su ámbito natural, la Isla. De manera que esta hecatombe que ha dinamitado, a plazos, a CC desde mediados de junio, con la constitución de los ayuntamientos primero, y del Parlamento, Gobierno y cabildos después, hasta el más señalado día de ayer, en que se consumaron las censuras insulares en Tenerife y La Palma, ha supuesto un calvario sin precedentes para un partido político en Canarias.

El cambio, la alternancia no es un proceso que deba sorprendernos, pero a la vista de lo sucedido en este desalojo masivo de CC de las instituciones, y de su bochornoso intento de subvertir con argucias de tahúr el pleno de la moción del Cabildo de Tenerife en el día de ayer, cabe colegir que el colapso del sistema, del régimen establecido durante tres generaciones por Coalición Canaria, va más allá de una simple sucesión, pues supone el desmantelamiento de una red clientelar de tales dimensiones que pudiera tratarse de centenares y acaso miles de casos de damnificados desde el día de hoy. El día después.

No. No se trata de una simple alternancia, a la que estamos habituados en la política española. Se trata del final de una práctica sistémica de usar interesadamente el poder. Benavente en estado puro. Escenario del paradigma de los intereses creados. Mientras en la piel de toro peninsular Canarias nunca contó, en los reinos de taifas insulares degeneraba la marca nacionalista, CC, que había sido un partido de raigambre contestataria, reconocido en sus orígenes por la defensa del terruño y la lucha contra la desigualdad y lejanía, para convertirse en una máquina de poder y de favor a determinados grupos privilegiados de la economía local. Un archipiélago deprimido, que había conseguido despertar la condescendencia de Europa para compensar sus debilidades, fue asistiendo, a lo largo de estos años, a un progresivo empobrecimiento, en contraste con las grandes magnitudes del negocio turístico. Canarias exportaba una imagen y soportaba otra bien distinta de puertas adentro.

No ha sido fruto de la casualidad. El actual desequilibrio entre las capas altas y las capas medias y bajas de esta sociedad es producto de un reparto fallido de la riqueza y de una cultura del poder volcado en las élites y desentendido de los problemas más elementales y acuciantes que afectan a desempleados y dependientes, a personas en lista de espera sanitaria y de una vivienda, y a multitud de profesionales y empresarios que no han tenido su oportunidad, por no pertenecer a los círculos endogámicos del poder. Es el estilo monopolístico y prebendista que presidió la última legislatura la gota que colmó el vaso de toda una cultura de hacer de Canarias el coto privado de unos cuantos.

Los niveles de descomposición del ideario y los ideales fundacionales de ATI y Coalición Canaria – la de los años 70, 80, 90, 2000…- alcanzaron su mayor degradación en estos años de finales de década en los que ha gobernado manu militari Fernando Clavijo y su guardia de corps. No ha sido por no advertirlo desde las páginas de DIARIO DE AVISOS desde el primer día, cuando los voceros del régimen insultaban a este medio por osar levantar la voz y denunciar los abusos y los escándalos del poder. Se nos podrá tildar de predicar en el desierto. Porque así ha sido. La desertificación de la prensa es una de las obras maestras del último periodo de la dinastía de CC.
El uso torticero y voraz de la RTV pública no satisfizo las ansias de control mediático del Gobierno que lideró el último presidente de Coalición Canaria. No reparó en gastos. Lo que hemos vivido en estos años, en política de comunicación, por parte del Gobierno de todos los canarios es una de las exhibiciones más groseras de poder absoluto en un sistema de libertades. El control de los medios sin límite ni pudor, con desfachatez y alevosía, haciendo alarde de ello hasta extremos incompatibles con la democracia, no ha sido sino una manifestación más de un concepto patrimonialista del poder y las instituciones.

La calidad democrática de Canarias se vio resentida en este último tramo del desbarrancamiento de CC. Un periódico solo no es toda la voz de una sociedad. Pero en ocasiones una sociedad busca tener voz en un periódico. Y en la soledad, la verdad no es menos verdad. ¿Qué podemos decir desde las páginas de DIARIO DE AVISOS? No hemos tenido sino dificultades para abrirnos camino. Pero encontramos siempre a alguien que nos daba su mano. En los quioscos, en las cafeterías, en múltiples lugares donde hubo un ejemplar de DIARIO DE AVISOS siempre estuvo la mano de un lector, que nos daba el aliento necesario para mantener el pulso. El pulso de la realidad. Y el pulso con el poder que pregonaba a los cuatro vientos su propósito de acallarnos. No es mérito de este diario haber permanecido fiel a sus ideas.

Sino de sus lectores y anunciantes valientes. Sin lectores ni anunciantes no habría podido seguir en pie DIARIO DE AVISOS, tras casi 130 años de existencia. Pues hubo alguien que, desde lo alto del poder, nos miró sobre el hombro y pronosticó que cerraríamos en un mes de diciembre de un año de aquellos no muy lejano. Y pasó diciembre, año tras año, y seguíamos saliendo a la calle en contra de tan poderosos agoreros. La verdad no es exclusiva, pero a veces parecía recluirse en unos pocos medios -lo cierto es que hemos sido muy pocos-, como si, a fuerza de omitir los hechos, la verdad publicada amenazara con borrarlos de la historia.

El cambio que ayer se consumaba en todos sus términos en esta tierra es la consecuencia de los graves errores de gobernantes que no midieron bien sus fuerzas. Pudieron salirse con la suya y seguir imponiendo sus reglas. Pero el viento que sopla desde ayer en la isla, y desde hace pocas fechas en todas las islas, es mensajero de una misma idea. Y esta no es otra que la libertad. Nadie es dueño de nuestro destino. Nadie tiene derecho a decir qué empresarios son los buenos y cuáles no; qué periódicos le convienen y a cuál desea poner fuera de circulación; qué profesionales tienen derecho a prosperar en su tierra y quiénes deben emigrar; quién tiene derecho y quién no a vivir mejor sin otro fundamento que el mérito propio.

Amordazar medios de comunicación, controlar la opinión pública, promover a los acólitos, repartir canonjías… Ahora que las ventanas han vuelto a abrirse y comenzarán a salir a la luz las vergüenzas, los chanchullos inconfesables; ahora que un tiempo nuevo invita a pensar que, blanco sobre negro, prevalecerán los derechos de los más sobre los menos; ahora que todo parece quedar más claro, permítannos decir, al fin, que no pudieron con nosotros. ¡Jaque mate!

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