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La fuga de las princesas

Ahora se fugan hasta las princesas, enamoradas de sus guardaespaldas, y dejan colgados a los emires, que tienen muchos dólares pero pocos sentimientos

Ahora se fugan hasta las princesas, enamoradas de sus guardaespaldas, y dejan colgados a los emires, que tienen muchos dólares pero pocos sentimientos. Le ha ocurrido a la princesa Haya de Dubái, que antes fue de Jordania porque es hermana de su rey. Se ha marchado, harta de caballos purasangre y de palacios dorados, de Rolls Royce y de criados, y dicen que enamorada de quien cuidaba su vida, que sólo le pertenecía en parte. A mí estas historias de princesas me ponen porque habla de deseos de libertad. Supongo que Haya se convertirá pronto en una líder feminista convencida, de tocado para Ascot y palacete de lujo en Londres, que lo cortés no quita lo valiente. Una hija de Hassan de Marruecos también se fue con un torero español y empezó a quitarle misterio a esas vidas secuestradas de las princesas moras, recluidas en sus lujosas tiendas y secuestradas en vida por sus celosos maridos. La princesa Margarita, que no era mora sino inglesa, se fugó también, en aquellos tiempos, con su capitán y abrió la veda; y la reina Isabel de España, a la que casaron con su primo maricón Francisco de Paula de Borbón, se pasó por la piedra a generales y alabarderos, incluso sobre una elegante mesa que aún se conserva en el palacio real de Madrid. Princesas y reinas insatisfechas e infelices, porque también son humanas, como humana es la bella Haya, que ha tomado las de Villadiego, con sus hijos y supongo que con su guardaespaldas y que será pronto portada de ¡Hola!, como corresponde a la tocata y fuga de una princesa. Y eso que su marido es poeta, o por eso mismo. Los poetas ricos no triunfan jamás y para ser un buen poeta es menester ser pobre de solemnidad. Es que el hambre inspira.

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