el charco hondo

Vacaciones de sí mismos

Basta observarlos con curiosidad antropológica cuando se arrastran (con gesto contrariado) por los aeropuertos. Es suficiente con seguirles la pista cuando, transpirando tensión, incomodidad y mal humor, disimulan malamente que los han expulsado temporalmente de su zona de confort. Ahí están, en los mostradores de facturación, en la cola de embarque o buscando la fila y letra del asiento, saliendo de vacaciones (esa es la idea) con los suyos, pero con cara de estar contando las horas que faltan para que el viaje acabe. Hay quienes viven los días de descanso como un precio que deben pagar para poder volver a su hábitat, a los días normales, a lo ordinario, a su mundo feliz de las jornadas laborales. Verlos y preguntarse qué les pasa, o la tentación de decirles para qué viajan si no les gusta, en fin, tú sabes, una sensación tan latente como desaconsejada, no vaya a ser que, entre otras cosas porque la respuesta es bastante previsible. No disfrutan porque no saben, no quieren o no lo han intentado; y, sobre todo, porque han perdido la costumbre de disfrutar con lo que realmente lo merece. Allá cada cual -no está de más recordarlo-, pero la mala vibración que van dejando solo es equiparable al rastro de los caracoles. Allá cada cual, que sí, vale, pero qué culpa tienen los chiquillos, destinatarios últimos o penúltimos (junto a la pareja del correspondiente) de los desahogos y el tono agrio -desagradable- del actor principal. En una lectura muy generosa de la escasa empatía que los malhumorados del aeropuerto o del avión le tienen a sus días de descanso, podría concluirse que el Gobierno de Canarias acertó con una campaña, Las vacaciones de las vacaciones, propuesta que resume magníficamente (gran eslogan, sí) el cuadro clínico de quienes necesitan unas vacaciones cuando finalizan las vacaciones con la familia -o, en su caso, con los hijos-. Claro que las vacaciones de las vacaciones tampoco están hechas para ese perfil. Sí tienen sentido para quienes llegan agotados de tanto moverse por ese mundo, ahí sí. Pero éste es otro caso. Quienes lo de veranear con los suyos lo llevan tan mal no lo arreglan cogiéndose unas vacaciones de las vacaciones; lo que necesitan es cogerse unas vacaciones de sí mismos, a ver si descansan de ser quienes son (y de paso dejan disfrutar de la vida a quienes los sufren).

TE PUEDE INTERESAR