Se precipitan los acontecimientos, con la línea dura del premier británico, cuyas arrancadas recuerdan a Donald Trump. Con el anuncio del cierre del Parlamento, contraviniendo una tradición democrática sagrada en Europa, Johnson ha puesto a temblar a unos 3.000 canarios que residen en el Reino Unido y que desconocen ahora cuál será su estatus una vez consumada la segregación. Los recién llegados serán los peor parados, dada la precariedad de su documentación.
En Bristol, donde hay una importante colonia canaria, ya se comentan las listas de extracomunitarios que se realizan en las empresas, a los que invitan a marcharse. A su vez, los 30.000 británicos domiciliados en Canarias no aciertan a saber si su estancia corre peligro, y se han apresurado a inscribirse en las Islas como ciudadanos de la UE.
Amén de los turistas británicos que dejarán de viajar a Canarias, ya se sienten las primeras consecuencias en el sector agrícola, con el grave trance por el que atraviesan los exportadores tomateros, que han presentado el primer ERE antes de comenzar a plantar las semillas, como señaló ayer a este periódico la consejera de Economía, Carolina Darias, que coordina el grupo interdepartamental del Gobierno sobre el brexit, que se reunirá el 2 de septiembre con dicho subsector agrícola.