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Hackers del tiempo

Cuando le preguntaron a Buda ¿cuál es el mayor error que cometemos en la vida?, respondió que "el mayor error es creer que tenemos tiempo"

Cuando le preguntaron a Buda ¿cuál es el mayor error que cometemos en la vida?, respondió que “el mayor error es creer que tenemos tiempo”. Estas palabras encierran tanto significado y tantas interpretaciones como queramos darle, pero es incuestionable que el tiempo es el más valioso recurso del que disponemos pese a que nunca tendremos a nuestro alcance poseerlo.

Quizás nos parezca una contrariedad pero lo cierto es que detenerlo, manipularlo o renunciar a él está más allá de nuestro control. Simplemente transcurre como arena que se escapa entre los dedos y el único poder que ejercemos sobre él es, sencillamente, consumirlo de la forma más productiva.

Que se lo digan a unos padres que aguardan el nacimiento de un hijo, al que pierde una oportunidad por no llegar en el momento adecuado, al que espera el desenlace de las circunstancias de la vida o al que persevera para alcanzar un sueño. Si lo piensas por un momento, todo gira en torno al tiempo. Y siendo así, ¿en qué lugar de la ecuación podemos desempeñar un papel protagonista?

El momento perfecto

Lo más curioso en esta cuestión del tiempo es que todos tenemos la misma cantidad de horas disponible al día. Ni una más, ni una menos. La diferencia entre unos y otros radica en el uso y atención que le dedicamos. Algo que va más allá de la pura organización y gestión de las tareas o actividades que realizamos en el día a día.

A menudo nos preguntamos cuándo es el momento ideal para llevar a cabo algún proyecto, tomar una buena decisión o emprender acciones que nos acerquen a nuestras metas. Y con la misma frecuencia sucede que todo ese tiempo que hemos invertido en discurrir, cavilar o esperar para dar el paso en alguna dirección concluyó en una completa pérdida de energía y esfuerzo.

Resulta paradójicamente humano pretender que sea el tiempo el que ponga las cosas en su sitio, o que sea el tiempo el que cure todas nuestras heridas, como si de alguna manera le atribuyéramos la responsabilidad de nuestro porvenir a un ente abstracto, concediéndole cualidades propiamente humanas. Al igual que sucede con la suerte cuando confiamos en ella para conseguir un trabajo, prosperar en el terreno personal o mejorar nuestra economía.

En la mayoría de las ocasiones, incluso aquellas personas que fueron tocadas por la fortuna lo consiguieron a través de sus propias acciones y proactividad. No es azar, quizás sea el destino (para los que crean en él), pero es el libre albedrío el que abre ante nosotros un sinfín de oportunidades que dependen, en gran medida, de nuestras acciones.

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Esa es la cantidad de segundos que cada día se depositan en nuestra cuenta de vida. El cómo los administramos depende de nosotros. Una compleja tarea que la ciencia, en su afán por encontrar respuestas sobre como emplearlos de la manera más efectiva, nos ayuda a comprender a través de los más sorprendentes hallazgos.

Los seres humanos, como el resto de seres vivos, poseemos portentosos relojes biológicos que marcan el éxito de nuestras acciones. No sólo hablamos del sistema metabólico o de la actividad fisiológica. Resulta que los biorritmos mentales y emocionales tienen tanto o mayor impacto en nuestra vida cotidiana.

Los ciclos emocionales que nos influyen a lo largo del día determinan las conductas que adoptamos y los resultados que obtenemos. Conocerlos no sólo nos permite entender cómo funcionamos sino que además nos proporcionan ventajosas claves que nos guían para sacar el mayor partido a nuestro preciado tiempo.

Nuestro pulso emocional

Diversos estudios, entre los que destaca el liderado por Daniel Kahneman, psicólogo de la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía, revelan que las personas tenemos un pulso emocional cíclico. En las horas matutinas alcanzamos un estado óptimo de emociones positivas que decae durante la tarde, para luego remontar en las primeras horas de la noche.

Investigadores de la Universidad de Cornell analizaron cientos de millones de tuits de usuarios de 84 países, utilizando un potente programa informático que valoraba cada palabra en función de la emoción que transmitía. Publicaron sus resultados en la prestigiosa revista Science, corroborando que las personas se sentían más activas, participativas y optimistas por la mañana. Condición que se mantenía hasta la tarde, momento en el que aparecían sentimientos relacionados con la frustración, preocupación, agobio, ira o apatía. Todas ellas actitudes que volvían a suprimirse cuando el día iba tocando su fin, donde volvemos a disfrutar de un pico positivo.

Este fenómeno tiene un asombroso impacto en las negociaciones empresariales, toma de decisiones, comunicación interpersonal, capacidad intelectual y rendimiento de las personas. Algo que nos lleva a pensar que el mejor momento para realizar una determinada tarea dependerá de la naturaleza de dicha tarea. Todo tiene su momento o, como nos recuerda el refrán, los tiempos del Señor son perfectos.

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