economía

Mucho antes que Thomas Cook

El agente de viajes John Lucas y Helmut Holmström, antiguo propietario del turoperador finlandés Hass Tours, reflexionan sobre otros momentos duros del sector turístico
John Lucas y Helmut Holmström llevan décadas dedicados a trabajar y entender cómo funciona el sector turístico. Sergio Méndez
 John Lucas y Helmut Holmström llevan décadas dedicados a trabajar y entender cómo funciona el sector turístico. Sergio Méndez
John Lucas y Helmut Holmström llevan décadas dedicados a trabajar y entender cómo funciona el sector turístico. Sergio Méndez

El 5 de febrero de 1982, el empresario anglocanario John Lucas no tenía aún su agencia de viajes Ten Travel, sino que era el representante de Laker Airways, la primera gran compañía británica de vuelos chárter, que traía a Tenerife a miles de turistas al año, incluyendo alojamiento, pues también funcionaba como turoperador. Esa mañana, John recibió una llamada en la que le contaban que el avión de la compañía que iba rumbo a Tenerife había tenido que dar la vuelta en el Mar Cantábrico, poco antes de entrar en el espacio aéreo español, para regresar a Manchester. Laker Arways había quebrado.

Aquél no era un colapso empresarial sin rostro, sino una caída con nombre y apellido, los de Freddie Laker, empresario de éxito forjado en la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuya primera gran idea consistió en reciclar viejos bombarderos Hallifax de la guerra y convertirlos en aviones de carga para atravesar el pasillo aéreo que los soviéticos dejaron para que las potencias occidentales, Francia, Reino Unido y EE.UU., suministraran mercancías a Berlín Occidental durante el bloqueo que se produjo entre 1948 y 1949. En 1966, Freddie fundó Laker Airways, que en los setenta reventó el mercado con vuelos de cien libras por viajar entre Londres y Nueva York. Las grandes compañías de bandera no se lo perdonaron nunca. Eso y una expansión muy grande con menor respaldo financiero del necesario para afrontar las malas épocas lo llevaron a la ruina.

El día de la quiebra, el peor problema de John Lucas no fue el avión que no llegó, sino las 600 personas que había traído la compañía y que estaban alojadas en el Puerto de La Cruz. “Yo me había quedado sin línea aérea, sin la empresa para la que trabajaba, sin sueldo y sin capacidad de gasto”, cuenta John Lucas. “Podía haberlos abandonado, pero me dediqué a ir a los hoteles a hablar con los dueños. Laker había dejado, según cifras de EL PAÍS de esos días, 42.585.000 pesetas sin pagar en Tenerife, de un total de 204.705.996 en toda España.

“En aquella época, el mundo del turismo en el Puerto era casi como una familia, y gente como Cándido García San Juan, dueño del Tenerife Playa, o Ángel Piñeiro, del Hotel Orotava Garden, entre otros empresarios, se portaron muy bien”, cuenta Lucas. “Muchos turistas se quedaron en los hoteles con pensión completa, porque se les estaba acabando el dinero y no había cajeros”. Estuvieron una semana, hasta que llegó una flota de seis aviones ingleses y se los llevó a los 600 de una tacada. “Luego, los hoteleros recuperaron algo con los seguros, pero lo hicieron muy bien”.

“También es cierto que antes los turoperadores pagaban con más prontitud, y no a 60 o 90 días, como pueden llegar a tardar ahora”, cuenta Helmut Holmstöm, propietario, entre 1982 y 1989 de Hass Tours, el mayor turoperador de Finlandia. Él tuvo que lidiar con la quiebra, en 1988, de la compañía española de vuelos chárter Spantax, con la que su turoperador hacía la cuarta parte de sus viajes. “Pero luego trabajábamos también con otras compañías, no puedes poner todos tus huevos en el mismo cesto”, afirma Helmut. “Y más en casos como el de Thomas Cook, que se sabía desde hace tiempo que era una empresa que tenía problemas. No le des tu hotel a un solo turoperador”.

CLARKSONS

Antes que Laker y Spantax estuvo la agencia Clarksons, con una compañía aérea llamada Court Line, que quebró en Reino Unido en 1974 y dejó pérdidas en España de dos mil millones de pesetas, según el libro Estructura, Economía y Política Turística. Y luego estuvo la francesa INTASAN, que quebró en los años noventa. “Una de las características de estos turoperadores es que son demasiado grandes”, reflexiona John Lucas. “Se meten a comprar hoteles y a tener aviones, y el mantenimiento de todo eso cuesta muy caro”, afirma. Helmut nunca se metió en esos saraos. “El capital que se necesita para un turoperador no es demasiado elevado si no te metes en otras actividades. Nuestro objetivo era conseguir llenar los aviones con viajeros que hubieran comprado nuestros paquetes”.

Los dos tienen claro que el sector se recuperará pronto. “Ahora duele, y mucho, a los trabajadores y a los hoteleros. Pero si hay demanda, el mercado estará funcionando con normalidad después de navidades”, cuenta. “Dada la situación que tenía Thomas Cook, seguro que muchas compañías tenían ya unos batallones preparados para comprar: saben exactamente qué aviones tienen, qué pilotos tienen, cómo es el mercado”.

Para Helmut, la situación también genera paradojas: “Esos hoteleros que normalmente son muy capitalistas, pero ahora que tienen pérdidas, piden que el Gobierno los ayuden. ¡Parecen socialistas!”, dice con humor. Y John Lucas plantea una idea de futuro, en plena reflexión sobre la orientación que debe tomar el turismo en las islas: “Quizá sea un buen momento para que Binter empiece a pensar en alquilar unos reactores para poder ofrecer a los turoperadores europeos vuelos chárter a Canarias.

TE PUEDE INTERESAR