tribuna

Santi Vila

El arte de la política tiene algo de funambulismo, saber estar en la cuerda floja para no caerse del todo. Hay quien juega el papel de lo dogmático e inamovible y quien lo hace a merced de los vaivenes de las circunstancias. Las dos cosas son necesarias. Una sirve para mantener la unidad en lo ideológico, la cohesión interna, y la otra para seguir a flote cuando llegan los temporales: una buena posición para los que ven la escena desde el exterior, es decir, desde el patio de butacas. Se puede asimilar a un sentido práctico y a otro arriesgado al emprender una acción política. En el circo sería como trabajar con red o sin ella. Al fin y al cabo, un simulacro de jugarse la vida sin jugársela. Este es el caso de Santi Vila, un personaje curioso que ha sido de todo en el independentismo. Representa a las diversas caras de esta corriente, y al final no sabemos si esa es la verdadera o es un disfraz más de los que Mortadelo saca de su maleta.
Santi Vila ha militado en ERC, en CDC y en JxCat, y ha formado parte de gobiernos de la Generalitat, después de haber sido alcalde de Figueras, pero lo más importante es que militando en las caras opuestas del independentismo catalán, se empeña en ofrecer una oportunidad de moderación posibilista centrada en la legalidad.
En una entrevista que publica El País contesta que entiende el ho tornarem a fer cuando lo afirma Jordi Cuixart, porque “es una variante de decir que la democracia no se acaba yendo a votar, la democracia también quiere decir el derecho a la manifestación y a la protesta”. Cuesta trabajo hacerlo, pero se entiende. Por el contrario, asegura que esas mismas palabras en boca de Torra nadie sabe a lo que se refieren. ¿Qué es lo que Torra quiere volver a hacer? ¿Seguir la estela de Cuixart o repetir la hazaña de Puigdemont haciendo una declaración unilateral de independencia y convocando un referéndum que le prohibía el Tribunal Constitucional? No tengo claro de si el señor Torra pertenece al grupo de los equilibristas capaces de sortear las sentencias del Tribunal Supremo, o se encuentra al borde del suicidio, como le exige el fundamentalismo de sus predecesores.
El interés de las ideologías es mantener esa dependencia íntima con sus electores y evitarles la frustración que les puede provocar el fracaso definitivo. Todas las corrientes basadas en débiles sentimientos supremacistas y en la exigencia de exclusividades para reclamar lo que por derecho divino le pertenece a una especial manifestación de la raza, acabará siendo derrotado y odiado por aquellos que lo sustentaron. La Historia está llena de ejemplos. Otra cosa es hacer permanecer a una ideología, que se cocine a fuego lento, que no se pase, que no fracase, que siempre esté latente, aunque solo sea para que sus dirigentes, de manera local, puedan seguir disfrutando de los presupuestos. Para esto hay que saber navegar, como hace Santi Vila, en un mar cuyas aguas son agitadas por otros.
La pregunta que hay que hacerse es ¿cuántos Santis Vilas hay en el independentismo? Me imagino que habrá muchos que en el seno de ese partido pensarán que es preferible supervivir con Vila, que acabar muriendo con Torra, a pesar de que nadie sepa lo que quiere decir.

TE PUEDE INTERESAR