tribuna

Wolfredo Wildpret: “El futuro es imprevisible”, por Pedro Luis Pérez de Paz

Y tanto estimado Maestro, que empezamos estos párrafos sin ni siquiera saber cuál va a ser su final. Así de imprevisibles son las cosas por venir. A veces ignoramos el presente y hasta cuando miramos al pasado la certidumbre de los hechos se difumina. Si estamos seguros, por reciente, que el pasado 9 de octubre se entregaron los Premios Taburiente-2019 de la Fundación DIARIO DE AVISOS, durante una brillante y mediática ceremonia celebrada en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife.

Esa tarde, el profesor Wolfredo Wildpret de la Torre subió al escenario con el paso cansino de los años y la firmeza propia de la experiencia, para recibir su premio de las manos de la profesora Marisa Tejedor Salguero, exRectora de la Universidad de La Laguna (ULL), en la que todos sus alumnos nos vimos representados por unos instantes; algunos, asistentes al acto, con sano orgullo y sincera emoción. Como palmero, verle con la silueta insular de La Palma en la mano brindando a los presentes y a los ausentes el reconocimiento a sus méritos profesionales, representa una imagen difícil de olvidar para quienes hemos tenido el honor de haber sido beneficiados por su magisterio directo durante más de medio siglo.

En una corta y sustanciosa intervención nos recordó su larga y emotiva relación con el Decano de la Prensa de Canarias, foro que suele utilizar para expresar sus pensamientos relativos a la singular biodiversidad canaria, a los problemas de su frágil medioambiente y, en un sentido más profundo, al conjunto de la biosfera, con una visión global casi panteísta de la naturaleza. Destacó las aportaciones al conocimiento de la astrofísica y de la biología en las últimas décadas, disciplinas que se han colocado por méritos propios a la vanguardia de la ciencia del siglo XXI, para concluir con optimismo, no exento de un cierto escepticismo, que el “futuro es imprevisible”.

Si no imprevisible del todo, lo que sí parece es caprichoso y difícil de prever hacia dónde se encamina el futuro de la especie humana, que desde una perspectiva biológica no deja de ser una simple anécdota de la evolución, que al igual que otras muchas antaño dominantes están llamadas a desaparecer de la faz de la Tierra, planeta que lleva muchos millones de años vagando por el espacio, soportando catástrofes y vaivenes, arrullado en la inmensidad del cosmos.

Con una visión más antropocéntrica, el insigne periodista y escritor Juan Luis Cebrián, también destacado en esta quinta edición de los premios, matizó el carácter aleatorio del futuro con un “imprevisible sí, pero construible”, una metáfora bien intencionada y políticamente correcta para no sentirnos del todo ajenos al devenir del futuro. La tentación humana de emular al “creador del mundo” ¿Dios?, vuelve a latir detrás de ese sentimiento que nos “ilumina desde el interior” y que nos da fuerzas para seguir imaginando un futuro mejor para un mundo del que “nos da pena despedirnos”, como acertó a decirnos el artista Cristino de Vera, decano de los premiados. Y nos lo dijo con su voz intimista y sosegada, una voz que solo poseen los poetas que nos hablan con el alma. Don Cristino, puso un nudo en la garganta a un teatro abarrotado y mudo, que por un momento pareció también despedirse del mundo.

Mi objetivo inicial no era ni ha sido glosar a los premiados, que bien se lo merecen todos. No es la ocasión ni me acreditan méritos para hacerlo. Otros ya lo han hecho en este secular diario con acertados textos y oportunas imágenes. Tal y como desvela el título de estos breves párrafos, mi modesta intención era la de reconocer a nuestro profesor, en nombre de la biología en general y de la botánica en particular, su imperecedera labor docente y gestora desde dentro y fuera de las aulas de la ULL. Se lo hemos reconocido en vida, y se le reconocerá aún más después que pase a ser polvo de estrellas, que a mí se me antoja polvo de flores: polen de fanerógamas y esporas de criptógamas, porque si de algo puede presumir el profesor Wildpret es de haber apostado por todos los campos de la botánica, sin discriminar a ninguna de sus líneas evolutivas o niveles de organización.

No estamos acostumbrados a exaltar las excelencias de nuestros maestros o compañeros de profesión en vida. Lo habitual es dejar ese capítulo pendiente para cuando la persona ensalzada abandona el mundo de los vivos. Tal vez por eso se diga con razón el qué “en España, se entierra muy bien”. Tampoco es mentira el que loar públicamente los méritos profesionales o humanos de quien ha sido maestro y mentor, a la par que compañero y referente de buena parte de nuestra trayectoria vital, resulta, por inusual, incómodo. Vivimos rodeados de recelos o pruritos, cuando no de complejos absurdos, que nos impiden expresar con franqueza los más nobles sentimientos humanos. Es como si portásemos en el ADN un gen atávico que condiciona nuestro comportamiento: algo que nos aboca a comprender o justificar las críticas, y a rechazar o minusvalorar el reconocimiento justo. Tal vez sea eso lo que los moralistas llaman celos o envidia, tan antiguos como los hermanos Caín y Abel.

En resumen, además de la gratitud discipular, extiendo mi reconocimiento a todos los premiados, a la par que felicitamos a la Fundación DIARIO DE AVISOS, por permitirnos disfrutar de un acto memorable. Enhorabuena a todos.

 

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