Cuando me imagino despertándome el jueves 5 de diciembre de 2019 caigo en que esa fecha, para la que quedan catorce días a partir de hoy, dibuja un absoluto misterio para mí. Desconozco, voy a ciegas. Ignoro cómo me encontraré ese día, puede que cansado, animado, plano, empanado, rumbero, apático o folclórico, con ganas de echarme a la calle o deseando ponerme una serie, británica para más señas. Hago esfuerzos por averiguar cómo me encontraré ese jueves, en general, y a última hora de esa tarde, en particular. Intento ponerme en situación, cierro los ojos para verme ese 5 de diciembre, pero veo poco o nada. Siendo la antesala de un puente, presumo que no tendré un mal día, pero quién sabe, pura especulación, porque a veces la cabeza va de un palo y el cuerpo, ora acatarrado, ora insumiso, va de otro. En resumen, no tengo ni puñetera idea sobre cómo estaré el jueves 5 de diciembre, no sé qué querré hacer, así que, por no extenderme, ¿cómo carajo voy a saber si esa noche va a apetecerme para cenar carne o pescado?, ¿cómo averiguar qué coño querré de segundo plato? Así pasen otros mil años, el pistoletazo de las cenas de empresa -o de ex compañeros de trabajo, que también las hay- coincide con esa llamada que suena dos o tres semanas antes; esa en la que al otro lado una voz te pregunta si dentro de catorce o veinte días querrás cenar carne o pescado. Como si fuera posible saberlo (y responderlo) mientras sales del arco de seguridad del aeropuerto, estás llegando tarde a una reunión, rematando un correo, cerrando un documento o hablando en la radio -en COPE, por contarlo todo-. Y vaya por delante que no cabe reproche a quienes asumen la organización de los almuerzos o cenas de empresas, de ex compañeros o amigos; pero mil veces pregunten lo de la carne o pescado otras mil toca recordarles que esa pregunta no tiene respuesta, no la tiene cuando faltan dos o tres semanas para la cena y estás lidiando, a las diez de la mañana, con el que tocó la pita antes de que el semáforo se pusiera en verde, o con aquel otro que sube al avión sin rastro de ducha o jabón y, vaya por dios, te toca en el asiento de al lado. ¿Carne o pescado? Hay preguntas cuya respuesta no se puede despachar mientras se hacen o piensan otras cosas, ni desde luego con tantos días de antelación. Entre otras cosas, queridísimos organizadores de las cenas de navidad, porque cuando llega la cena absolutamente nadie recuerda si dos semanas antes dijo carne o pescado, con lo que cada cual acaba arramblando con lo que le pongan.
Carne o pescado
Cuando me imagino despertándome el jueves 5 de diciembre de 2019 caigo en que esa fecha, para la que quedan catorce días a partir de hoy, dibuja un absoluto misterio para mí