el charco hondo

Cenas de empresa (el falso)

Sin que nadie nos lo haya pedido, algunos llevamos toda la vida dinamizando bares, pubs e incluso, robándole horas al sueño, alguna que otra discoteca. Nunca hemos tenido necesidad de disimular o poner caritas. No somos de esos. Nos echamos a la calle sin bajar la mirada, diciendo abiertamente que quedamos con los amigos porque nos gusta, y porque nos divierte -transparentes, como el ron blanco-. Nos da igual, pero nunca se nos ha agradecido el esfuerzo de haber estado siempre al pie del cañón, consumiendo cuando las vacas gordas, y también cuando las flacas. Nunca hemos esperado -no es nuestro estilo- que alguien nos reconozca lo mucho que hemos hecho por generar economía pasada la medianoche. Lo fácil era quedarse en casa, eso era lo cómodo; pero a quienes hemos hecho mucha noche siempre nos pudo el compromiso con el sector de las bebidas espirituosas. Así que cuando llegan las cenas de empresa no tenemos que montarnos ninguna película de cansancio, desgana o apatía. Nos gusta echarnos unas risas, claro que sí. Punto final, fin de la cita. Otra cosa es El falso, el dominguero de la noche que está contando las horas para que llegue el día de la cena de empresa pero que (falso, pero mira que son falsos) en casa cuenta siempre la misma batalla, ya sabes tú, malditas ganas de ir a la cena, voy por no quedar mal, qué pereza, me escapo cuando pongan el postre, y así un largo repertorio de falsedades. Porque lo cierto es que, una vez arranca la cena, el falso multiplica su falsedad hasta el infinito, desdoblándose en dos relatos, el de la cena y el del whatsapp. En la cena le faltan minutos para pedirse cañas, vino y cualquier cosa que pueda meterse en un vaso de tubo, de sidra, de balón o de yogur. Cari, menudo rollo, si ya te dije yo que la cena sería un muerto. No han empezado a servir las copas y el falso, cual lapa abrazado a la roca, ni espera a que abran la barra libre para abalanzarse sobre los camareros. Amor, estos ya están con copas, cuando se vaya alguien aprovecho y me voy. Apenas está la fiesta cogiendo tono, el falso se pone plasta diciendo que hay que ir a tal bar o a cual pub. Cielo, de aquí a casa, estoy muerto de sueño. Y así. El falso funciona de esa manera, es lo que pasa cuando no se dice abiertamente que sí, que hay ganitas de cena. Los domingueros de la noche son así de raros; falsos, que son unos falsos.

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