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Iker Casillas, que es uno de los referentes máximos del fútbol español de todos los tiempos, escribió en su twitter: "Somos un país de chirigota..."

Iker Casillas, que es uno de los referentes máximos del fútbol español de todos los tiempos, escribió en su twitter: “Somos un país de chirigota…”. Lo escribió en razón a las decisiones de los dirigentes que son. Para el caso: un entrenador, por un desgraciado incidente familiar, deja el cargo. Lo sustituye su segundo en la labor. Pero ocurre que Robert Moreno se aplica de manera meritoria y excelente. Lo cual pone boca arriba a los dignatarios tal. Más tarde o más temprano se moverían. La hora llegó en el límite de lo que hubiera sido gloria y fiesta. Con mentiras y maneras indignas de cualquier institución, lo echan. La razón no es la pelea (supuesta o real) entre Luis Enrique y Moreno; la razón es qué representa el susodicho presidente de la Federación, Luis Rubiales: macho de contención que solo confía en los machos de contención. Moreno no es su ideal, no da para la causa; Luis Enrique sí; no concede tregua a los jugadores y no ríe. Ya ocurrió (Lopetegui), y ahora se repite. En connivencia, este tipo de sujetos decoran el sembrado de este país. Así que no le regalaron, en buena lógica, a un profesional lo que se ganó, dirigir a la selección española en el campeonato de Europa. Cabe retorcerle el cuello a la gallina y ser consecuentes con la vuelta del otro. En política, otro tanto. Lo que barrunta la prensa de derechas (la mayoría del país), una prensa supeditada a lo ideológico y no a la información fidedigna, junto con los políticos del mismo linaje es que hay algo que este Estado no soporta: un gobierno de izquierda-izquierda. Eso no es bueno para la economía (que se resentirá), para la bolsa (que bajará), para la deuda (que subirá) o para la posición de España en el mundo (¡pobre Trump!). La cuestión es que, dadas las circunstancias, solo un pacto es recomendable y asumible: la gran coalición PSOE-PP. Así que el macho-macho, el “amo”, la “autoritas” en convicción, José María Aznar, asigna. Cabe esa divisa de gobierno, no porque el PP se apreste a gobernar (lugar del que nunca debió salir) sino porque le hacen un favor al PSOE. Luego, la condición: ellos imponen al líder; Pedro Sánchez no. ¡Excelso, genial! Lo que determina el término (en macho hispánico) no es la equidad del pacto, es la categoría. Ellos pueden pactar con la ultraderecha para quedarse con los feudos que perdieron, con el espanto supremo de la política europea, los otros no. La pregunta: ¿quién pone más, Rubiales, Casado o Aznar?

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