avisos políticos

Inés y Rosa

El anuncio de su retirada por Albert Rivera, entre pueril y narcisista, nos ayuda a comprender la errática trayectoria y los disparates y graves errores estratégicos que le han llevado a este final. Su ingenuidad política y su falta de experiencia explican que sacrificara todo a la consecución de un objetivo imposible: sustituir al PP en el liderazgo del centro derecha y alcanzar la Presidencia del Gobierno. Su repentino auge electoral le convenció de que era posible, y le animó a prescindir de las voces más sensatas -y experimentadas- de su partido, que le advertían de los riesgos de perseguir una quimera al margen de la realidad. Albert Rivera no se conformaba con ser vicepresidente o ministro en el Gobierno de otro: Albert Rivera quería ser presidente del Gobierno. Aunque son injustas -y equivocadas- las opiniones que le reprochan no haber suscrito un pacto con Pedro Sánchez que le hubiera convertido en vicepresidente del Gobierno. Eso nunca fue posible. El líder socialista nunca lo hubiese permitido, y hubiera reducido todo a un acuerdo de investidura y poco más.
Ciudadanos nació como un partido liberal. Pero un partido liberal se sitúa en un centro político convencional, lo que significa que asume ser un partido bisagra condenado a pactar a su izquierda y su derecha siempre desde una posición minoritaria. Condenado a pactar para que el partido mayoritario de turno gobierne, a cambio de conseguir, en el mejor de los casos, que ese partido mayoritario acepte la presencia en el Gobierno y/o una parte del programa del partido bisagra, y después lo cumpla. O a cambio de nada, como Manuel Valls.
Rivera y su núcleo duro eligieron abandonar el centro porque su objetivo estratégico era alcanzar el Gobierno, y para eso no sirve un partido bisagra, para eso había que viajar a la derecha. Y en la derecha Rivera pretendió sobrepasar al Partido Popular y ganar la plaza de jefe de la oposición como paso previo a un futuro acceso al poder: como decíamos, su incremento de diputados en las elecciones de abril le convencieron de que la operación era posible. Por si fuera poco, después de negarse reiteradamente a entrevistarse siquiera con Pedro Sánchez, ofreció a última hora su abstención a cambio de tres condiciones que sabía los socialistas iban a dar por cumplidas.
No son casualidades los sucesivos fracasos del centro político y partidista español. No es una casualidad que, desde la Transición, todos los intentos centristas anteriores siempre hayan fracasado. Cuando la UCD, que podía haber sido el gran partido del centro derecha español hasta nuestros días, fue destruida desde dentro, Adolfo Suárez intentó replicarla con el Centro Democrático y Social. El problema, que le obligó a dejar la política a pesar de su carisma y su liderazgo, fue que, a diferencia de la UCD, el CDS sí era un partido de centro, un partido de centro que inició la lista de los partidos y las coaliciones de centro que han fracasado en la democracia española. Baste con citar, como ejemplos, al Partido Reformista Democrático de Miquel Roca, entre 1983 y 1986, y, más recientemente, Unión, Progreso y Democracia, de Rosa Díez.
La sucesora natural es Inés Arrimadas. La incógnita es saber si podrá resucitar a su partido o será su Rosa Díez, que ha terminado pidiendo el voto para los populares.

TE PUEDE INTERESAR