por qué no me callo

La violenta estadística

En el ranking de la vergüenza Canarias suele copar los puestos de cabeza, a sabiendas de que en las cuestiones más nobles en ocasiones ocupa los vagones de cola. No es una maldición bíblica, no va en el ADN de las islas por aquello del aislamiento y la marginación. Es una consecuencia de errores concatenados, de mala gestión pública y de negligencia de la autoridad correspondiente. Valga el dato fehaciente de que en vísperas de la gran crisis teníamos el 9 por ciento de paro, y no este 21 por ciento que desborda toda esperanza de poner freno al riesgo de exclusión.

¿Por qué hablamos hoy de las estadísticas del bochorno? Somos con deshonra líderes en violencia machista, como señalábamos ayer en portada. Y el mismo día que todos nos conjuramos para expandir la consigna del ¡basta ya! contra la violencia de género reaparece el demonio en una vivienda de San Isidro, y Granadilla recorre toda España con el presunto asesinato machista que añade demérito al combate de esta lacra en una tierra que se avergüenza de prodigarse en crímenes y denuncias de esta naturaleza.

En la muerte se naufraga a menudo indagando las causas últimas. Es el caso de los dos indigentes (que comienzan a llamarse sin hogar, porque el lenguaje también tiene culpas) que han perdido la vida en las calles de Santa Cruz esta semana en un margen de 24 horas. La ciudad tiene un centenar de vagabundos y personas sin techo que buscan refugio en barrancos, asentamientos improvisados, zaguanes y cajeros de bancos. Viven en la calle y mueren en la calle, y la sociedad asiste impotente a un fenómeno agravado por las circunstancias múltiples de la pobreza, la droga y la salud mental. ¿Estamos haciendo las cosas bien? ¿Las administraciones adquieren conciencia bastante y ponen los medios suficientes? En este caso las soluciones no se agotan en el escalón asistencial de la UMA del Ayuntamiento, como prueban los hechos. No es un asunto epistémico banal dar con la realidad y la verdad del problema. Se necesitan psiquiatras, especialistas que atiendan a enfermos mentales que ponen en riesgo sus vidas y las de los demás por falta de medicación. El estribillo de estas asignaturas pendientes no puede eternizar la necesaria adopción de medidas y recursos.

Dijimos que estamos en puestos de cabeza en las estadísticas de la vergüenza. En abandono escolar temprano y desescolarización de cero a tres años,en hogares en riesgos de exclusión y pobreza, en paro, en dependencia sin prestación, en listas de espera, en imprudencias juveniles en la carretera, en suicidio demográfico, en litigios, en ninis, en rupturas y divorcios, y en violencia machista, como acabamos de comprobar.

No nos miró ningún tuerto un día infausto de porcentajes malvados. Todo el problema está en nuestras manos. Poner manos a la obra no es una frase hecha hoy. Es nuestro deber no darnos por vencidos. La solución a la violencia de género no será fácil, pero tampoco imposible. En manos de todos está.

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