Queridas majestades: soy un médico, ya viejo, que durante 40 años se dedicó, junto a un magnífico equipo, a mejorar la salud de los canarios. Hace 38 años (1981), ante la escandalosa cifra de enfermos en diálisis en Canarias, impulsé y coordiné el Programa Canario de Trasplantes Renales que tantos éxitos ha cosechado. Pronto constatamos que ser líderes en trasplante no bastaba para compensar las entradas en diálisis. Los enfermos con necesidad de diálisis superaban, en mucho, a los enfermos trasplantados. Estudiamos con ahínco el problema, y pronto nos dimos cuenta de que todo empezaba por la altísima presencia de obesidad y una de sus muchas consecuencias , la diabetes tipo 2 (propia de adultos maduros) que, atacando los riñones, los condenaba a diálisis.
Examinando a fondo a estos enfermos, decidí estudiar a pacientes con los riñones atacados por la diabetes, montando una consulta exclusiva para ellos. Fue como la conversión de San Pablo. A las pocas semanas, la verdad me fue revelada: el mayor factor de riesgo para ser obeso, diabético e insuficiente renal no era otro que la minusvalía social: la pobreza. Además, la obesidad arrastra también a las vagonetas de la mayoría de la enfermedades cardiovasculares, como los infartos cardíacos, cerebrales, hipertensión arterial y el colesterol, las que más matan en el mundo desarrollado y en los países emergentes. El tsunami letal de pobreza, obesidad y diabetes está arrasando la salud de los canarios. Somos, usando índices globales, los españoles más pobres. La pobreza extrema afecta a más del 13% de los canarios (290.000), el doble que la media nacional. Alcanzamos, con frecuencia, el índice de mayor desigualdad social del país. Nuestros indicadores sociales son de los peores del Estado. La mayoría de los canarios son menesterosos y eso explica que tengamos los peores índices sanitarios de España. Un ciudadano pobre no puede tener acceso a la comida sana porque los precios de esta no están a su alcance. Tiene que recurrir a la peor comida procesada, industrial, con barbaridades de grasa, sal y azúcar que atiborran las líneas de los supermercados y que, en poco tiempo, nos convierte en gordos y enfermos. Después de tantos años tratando personalmente con estos enfermos, no me cabe la menor duda que la mala salud de los canarios es estructural, social y, por lo tanto, política. No se conseguirá un pueblo más sano mientras no se apliquen medidas sociales a un problema de claro origen social. Mientras no se luche contra la desigualdad social, mientras no haya un reparto justo de nuestros recursos, mientras no se emplee una parte suficiente de nuestro ingresos (16 millones de turistas) a la prevención de la obesidad y su trágico convoy de enfermedades, mientras no se favorezca el acceso de la gente a la comida sana abaratándola, no conseguiremos mejorar, de manera sostenida, la salud de nuestro pueblo.
Mi alegría fue inmensa cuando el autodeclarado Gobierno de progreso, hoy llevando el timón de nuestra tierra, declaró como objetivo prioritario la lucha de la pobreza. Les espera una dura batalla: luchar contra Goliat (el inmenso poder de las entidades corporativas económicas que controlan el mundo). Para vencerlo, para librarse del secuestro al que está sometida la clase política, tiene que fomentar la participación ciudadana para que, al fin, sea posible asaltar la Bastilla. Lo sé, tiene que ser una lucha de guerrilla, erosiva, perseverante, probablemente lenta, carcomiendo como la polilla el paradigma de los supuestos neoliberales que tanto empeoran nuestras condiciones de vida. Hay que invertir mucho más en prevención atacando las causas angulares de la pobreza y sus consecuencias. Quizás, nosotros no lo veamos, pero debemos dejar, al menos, los cimientos para que se beneficien nuestros hijos. El inmenso ahorro que supondrá una buena política preventiva posibilitará que ustedes puedan mejorar espectacularmente la salud y la calidad de vida de los canarios. Sé que pido demasiado, pero les aseguro que, si miran con buenos ojos esta carta, serán considerados los mejores Reyes Magos de la historia y sus súbditos no dejarán que los abandonen. Demuestren su firme voluntad de repartir trigo dando claras señales de su voluntad de cumplir sus promesas. Hagan gestos. Comiencen por gravar las bebidas azucaradas y la bollería industrial en las Islas. Ya lo han aprobado ustedes por mayoría en el gran salón del trono y la medida fue propuesta por una de sus majestades reinantes (Podemos). Generalicen los ecocomedores, esa magnífica escuela de salud de la que Canarias ha sido referente y que está paralizada en solo un 10% de los comedores escolares. No nos defrauden. No nos dejen carbón. No contribuyan a reafirmar la imagen de la falta de empatía de la clase política ante el sufrimiento de sus gobernados. Les ofrezco con ganas mi humilde pero dilatada experiencia.
Esperando que tengan a bien regalarnos estas peticiones, reciban el testimonio de mi mayor consideración y respeto. Su súbdito, Benito Maceira.
BENITO MACEIRA
La crónica de Benito Maceira es sobre la vida sana. Este eminente nefrólogo se convirtió con la práctica en un predicador de la alimentación saludable. Mucha gente lo sabe. Histórico de la sanidad canaria y de la Universidad de La Laguna, fue jefe de lo suyo en el Hospital Universitario de Canarias. Ahora pasa consulta sin mirar el reloj. Ejerce de médico sociológico. Por ejemplo, relaciona el sobrepeso con el comportamiento. La obesidad es una obsesión de infarto, el reverso de la hambruna: asegura la muerte por tontuna.