por quÉ no me callo

La tormenta de la pobreza

La tormenta de la pobreza quedaba reflejada en la portada de este periódico el domingo pasado, que al día siguiente ocuparan las tormentas tropicales que nos acechan, las dos con sus alertas respectivas. Pero no hay temporal que borre la tormenta de la pobreza en Canarias. Ahora que soportamos lluvia, viento y olas gigantescas, sabemos de lo que hablamos. Hablamos del Delta de la exclusión social, de casi 800.000 familias en riesgo de pobreza. De seis de cada diez personas en Canarias viviendo en el límite de sus posibilidades. Estamos hablando de 200.000 ciudadanos en situación de pobreza severa. Y para hacernos una idea de lo que ello representa recordemos que se ingresa en esa categoría con 300 euros mensuales.

Lo que estremece del caso que desvela el DIARIO es que la familia de Icod, madre, abuela y tres hijos menores de edad, ha de sobrevivir con 120 euros pelados. Es un caso de pobreza de solemnidad. Estamos al tanto de las tasas AROPE, el indicador europeo de pobreza y exclusión social que cifra el problema en un 40% en 2018. Cuando publicamos este dato en tiempos de CC saltaron chispas y no daban crédito. Las estadísticas de la vergüenza, donde Canarias está a la cola junto con Andalucía y Extremadura (el trío de la becina del fracaso social) nunca fueron del agrado del Gobierno anterior, que alegaba una y mil eximentes. “No somos totufos”, decía literalmente Fernando Clavijo. Hemos tenido que lidiar con las encuestas del INE sobre condiciones de vida, donde se nos asignan puestos de cabeza en el ranking de las tasas de pobreza más altas del país. Y retenemos el entorchado en el informe europeo El estado de la pobreza, con el 36% de la población afectada.

Una vez contrastados los riesgos, a la pobreza le sucede lo que al cambio climático. Los gobiernos autónomos han pasado de puntillas sobre el problema para no pisar el charco. Y por falta de personal y exceso de burocracia se quedarán 14 millones de la PCI sin gastar. De nada vale lamentarse, ¿de quién fue la negligencia en un asunto tan sensible?

La virtud del reportaje del periodista Juan Carlos Mateu en el DIARIO es que nos ofrece un retrato fidedigno, con los platos, el biberón vacío, el caldero, la cocina de gas, la bombilla en el techo y la bolsa colgada de una puncha en la pared de la casa sin revocar. Y comprendemos que estamos ante un caso paradigmático de pobreza severa agravada. Y de realismo trágico.

Que en la historia participen los elementos de la precariedad más absoluta dota al relato de su única riqueza: la abundancia de factores deprimentes. El paro; el hogar perdido; las noches al raso con los niños; la vivienda ocupada en aras de un techo in extremis; la niña que se desmaya en el colegio por no haber desayunado; la que falta a clase cuando se le rompen los tenis; la que no recibe tratamiento para sus riñones por falta de energía eléctrica para conservar su medicación; el niño asmático que sufre broncoespasmos por la humedad; la violencia de género y sus episodios inconfesables . El trauma generalizado en una misma familia, que carece de todo, hasta de un árbol de Navidad. Salvo las ong, que palían su hambre, y la asociación Villa Feliz (villafelizsolidarios@gmail.com) que ha sido su ángel de la guarda, no tienen para dónde mirar. El domingo se desató una enorme corriente de solidaridad con esta familia de Icod de los Vinos, que ya es un símbolo de la renta ciudadana futura. Se trata de paliar una de las grandes deficiencias heredadas de nuestro sistema de protección social, que cuando le ponemos rostro rompe el alma.

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