después del paréntesis

Los números

El maestro etíope Abay Neh explicó el misterio de los números secretos. Se lo reveló a sus alumnos. Hay números conjeturales y muy grandes, decía, tan enormes como inmenso es el infinito. Pero ese no es el asunto; la cuestión es lo que la cifra desvela.
Para el caso, su enigma sale de una combinación siniestra. El 5 en el centro no indica prioridad sino que en el fondo no admite los números primos, esos que construyen los pilares básicos de todos los demás, que sólo son divisibles por sí mismos o por el 1 y que son los más importantes para las matemáticas. Tampoco acepta los dígitos cabalísticos que señalan la condición de Dios y su orden (3, 7). Y es que el misterio del número secreto no se relaciona tan solo con su condición de sentencioso, se relaciona con el hecho de que lo cierra el ignorado e incluso el odiado. Ese es el signo, el 0 final que se arrima a la repetición del 3 mítico por el 6 (3 + 3) y por el 9 (3 + 3 + 3) y que lo abre el humano y más que humano 2, esto es, 26590.
¿Por qué ganó esa combinación fatídica? Respuesta: todos los números son activos. Lo explicó Pitágoras: las cifras confirman el mundo y la obra del Creador es pura matemática.
Cada año ocurre lo mismo, ya digo: los guarismos nos acosan. Caminas por la rueda de la decisión (elegir tú este o aquel) o sentirte atraído por la estima de la fortuna, esa que habría de repetir la argucia del destino: no buscar, encontrarte. Pero eso no toca. Si quieres sentirte millonario desde cierta fecha del presente hasta el 22 del último mes del año has de comprometerte. Así que no vale recordar al feo que resultó premiado o a la señora que apareció por la estación de servicios tal camino del hospital y terminó como terminó. La reportera de la TV lo reveló en público mostrando el billete: “Mañana no trabajaré”.
Mas la cuestión debería de condicionarnos. Las estadísticas no mienten. Solo 1 de cada millón obtiene premio. Debiéramos desistir pero no ocurre. Razonamos: la condena no está en los números, está en el azar, sobre todo cuando juegan muchos y muy pocos pueden ganar. Pero la realidad es muchísimo más compleja. ¿Solo el azar? Lo contó; tuvo una alucinación: esa era la cifra. Se gastó 7.500 euros y obtuvo 18 millones.
¿Dónde el albur del misterio? ¿Los números eligen? ¿Cuál, a quién, por qué?
Jamás lo sabremos; nada más que no todos contamos con la gracia de la iluminación o de la correspondencia. De manera que hasta el de Reyes o el próximo. Los números siempre invitan a jugar.

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