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“Yo solo escapé buscando mi libertad”

Astor es el nombre del primer barco en el que este joven magrebí vino a Canarias hace casi 10 años, un tiempo en el que lo han expulsado tres veces y ha vuelto otras tantas
Astor es el nombre del primer barco en el que este joven magrebí vino a Canarias hace casi 10 años, un tiempo en el que lo han expulsado tres veces y ha vuelto otras tantas. S.M.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define la palabra libertad, en su primera acepción, como “la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Una definición que encaja como un guante en la historia de Astor (nombre ficticio), un magrebí que ha sido expulsado hasta en tres ocasiones a su país de origen, del que ha vuelto otras tantas, que ha pasado seis años en la cárcel y que la última vez que la policía lo detuvo en el parque de Santa Catalina, en Las Palmas de Gran Canaria, terminó en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Hoya Fría, en Tenerife. Al día siguiente de su llegada al CIE, se fugó. Su huida le costó más de 30 puntos en una pierna. “A Hoya Fría llegué un viernes y me escapé el sábado. Salté la valla y me hice un corte, un buen tajo, me dieron 35 puntos en la pierna”, cuenta este hombre de 32 años que quiere que lo llamen como el primer barco que lo trajo a Canarias. No llegó muy lejos en su fuga. “No pude caminar más y llamé a los vecinos de ese barrio. Al saltar las vallas del centro me corté la pierna con un alambre y tuve que pedir que llamaran a una ambulancia porque no paraba de sangrar”, explica en un castellano perfectamente entendible.

La ambulancia llegó, pero también la policía. “Me llevaron al hospital, a urgencias, y me dieron la baja rápida, no podía caminar ni nada y se supone que tampoco podía estar en un centro”. Sin embargo, volvió a Hoya Fría. “Sufrí mucho con la pierna, mucho dolor, pero no voy a mirar atrás, con valor salí adelante”, dice con orgullo. El mismo valor que le llevó, una vez recuperado de su herida, aunque no del todo, a fugarse de nuevo. Esta vez lo consiguió. De eso hace más algo más de un mes, según los cálculos de Astor. En la calle y sin dinero, el albergue es el único sitio en el que consigue comer y asearse. El resto del tiempo lo pasa pendiente de que la policía no lo vuelva a llevar al Hoya Fría o directamente al aeropuerto para devolverlo a su país. Sabe bien que tienen 60 días para expulsarlo a su país por eso se escapó en cuanto pudo. “Era mejor arriesgarme otra vez y me arriesgué”. “Solo escapé en busca de mi libertad”, musita con la mirada perdida, como si no hablara solo de su fuga.

La historia de Astor es como la de muchos inmigrantes que llegan estos días por cientos a las costas Canarias, que se embarcan en busca de una vida mejor, con la diferencia de que, como él mismo reconoce, no está dispuesto a asumir el alto riesgo que supone subirse en una patera o a un cayuco.

Las tres veces que Astor ha vuelto a Canarias lo ha hecho a bordo de un barco comercial. La última también, hace 11 meses. “Llegué en un barco de aceite, uno grande que venía del Aaiún a Las Palmas. Allí me quedé un tiempo, conseguí un trabajo y una casa”, cuenta. Cuando se le pregunta qué pasó para que acabara en Hoya Fría explica que le engañaron con el empleo. “Trabajé muy duro durante un tiempo con un canario, pero me fui porque no me pagaba. Acabé en el parque Santa Catalina, donde viví un tiempo”. Relata que un día llegó la policía y le pidió los papeles. “Me detuvieron y me trajeron a Hoya Fría”. Se para, coge aire, e intenta contener unas lágrimas que, finalmente, acaban cayendo contra su voluntad.

El año pasado astor volvió a Canarias, a Las Palmas, donde lo detuvieron y enviaron al CIE de Hoya Fría, del que escapó al mes. S.M.

La primera expulsión la vivió cuando salió de la cárcel en 2016. Cumplió seis años por robo. Asegura que lo hizo para comer. Vuelven las lágrimas y un largo silencio. Recupera la voz y continúa. “A la cárcel fui porque no tenía dinero y robaba para comer”. Entonces no hablaba español. “Te ves solo y sin nadie para ayudarte”, dice con la voz quebrada. “Aprendí mucho”, añade con una sonrisa amarga. “Me pegué seis años y dos meses en la cárcel, y salí en 2016. Entré cuando España ganó el mundial, en 2010, cumplí la condena entera, sin tercer grado, ni permiso ni nada”. Si no tienes papeles tampoco beneficios penitenciarios. Tras cumplir su condena fue expulsado de forma inmediata a Marruecos.

No tardó en volver, aunque no estuvo ni 24 horas en Gran Canaria. “En cuanto me bajé del barco me detuvieron y me mandaron a mi país”. Allí, en el puerto del Aaiún, volvió a colarse en un barco que lo trajo de nuevo a Canarias. De eso hace esos 11 meses que dice que lleva en las Islas. Tiene claro que si lo llevan de nuevo a Hoya Fría se arriesgaría igual para escapar. No solo para evitar que lo devuelvan a su país sino también porque “es un centro pequeño, con mucha gente, donde casi no hay espacio”. “No te sacan al patio, ni a pasear, la comida tampoco es buena”, enumera Astor. “Por las noches te encierran y no hay baños, tienes que orinar en una botella”. Asegura que incluso ha compartido espacio con dos menores durante su corta estancia en el CIE.

Astor admite que tiene miedo de la policía, con la que ya ha tenido algún encontronazo. “Vine aquí al albergue a comer y pasaron nueve días cuando me pegó la policía, me detuvieron y me acusaron de atentado contra la autoridad y también de haber robado un móvil, todo falso”. Cuando se le pregunta el porqué de las acusaciones detalla que “cuando escapé, esa misma noche, iban a mandar a unos paisanos míos a su tierra natal y empezaron a romper el centro para que no se los llevaran, y como yo escapé esa noche me acusaron de los destrozos”. “También me acusaron -continúa- de robar el móvil de un compatriota”. No fue a la cárcel. “El propio juez dijo que no había pruebas suficientes” cuenta Astor que añade con indignación que, “soy una persona corriente. A mí me gusta trabajar. ¡Joder! Para nosotros el trabajo es una creencia, es una obligación”.

Sigue sin papeles y en cualquier momento la policía puede volver a detenerlo. No quiere volver al CIE. Asegura que son muchos los que han acabado con lesiones tras su estancia en Hoya Fría, pero no quiere dar más detalles. Astor afirma que es pastelero de profesión y, su petición no es otra que, como la de cualquier vecino de Santa Cruz, “tener un trabajo digno y una casa en la que pueda vivir”.

En 2010, el mismo en el que la selección española ganó el Mundial, Astor entró en la cárcel por robo; cumplió seis años. S.M.

I PLAN DE PERSONAS SIN HOGAR:

· Personas sin hogar: 400-500
· Perfil: Hombres adultos
· Edad: Entre 51 y 64 años
· Nacionalidad: El 70% son españoles
· Ingresos: Menos de 300 euros

INMIGRANTES

A las personas sin hogar que existen en Santa Cruz se suman los inmigrantes que salen de Hoya Fría, que acaban en las calles de Santa Cruz, sin dinero y sin hablar español. Según los datos municipales, en general, la mayoría de las personas sin hogar son de nacionalidad española (el 70%), mientras que el 30% son extranjeros.

ASTOR

La historia de Astor es la de un extranjero que no ha conseguido regularizar su situación en España, a pesar de los años que lleva en las Islas y de las veces que lo han expulsado. Sin trabajo no hay papeles y sin papeles no hay trabajo. Astor lo seguirá intentando tantas veces como sea necesario. En su país está toda su familia, pero volver, para él, no es una opción.

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