
El de anoche pasa a formar parte, sin duda alguna, de los grandes conciertos que se han programado para el 36 Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC) y con el que la anual cita rebasa su particular ecuador.
Correspondió a la gran Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt, dirigida por quien es su titular desde 2015, el colombiano Andrés Orozco, presentar y desarrollar un programa que resultó pleno en atractivos, pues permitió descubrir la singularidad de las obras que corresponden a tres de los muchos genios musicales rusos, en esta ocasión, Modesto Músorgski, Piotr Tchikovsky y Dmitri Shostakovich.
Minuto a minuto, la inicialmente denominada Hr Sinfonieorchester de la Hessicher Rundfunk, supo situarnos ante los múltiples matices de las composiciones. Comenzó con el poema sinfónico Una noche en el Monte Pelado, de Músorgski, uno de los compositores que en San Petersburgo formaron el llamado Gran Puñado, movimiento compartido en la expresión nacionalista y romántica. El amplio elenco musical fue otorgando a cada uno los movimientos la sutileza y vigor expresivo que requerían. Andrés Orozco entrelazó los instantes que conforman la descripción espacial y los sentimientos que el conjunto encierra, confirmando el tratamiento dado a la leyenda del folclore de su país. El lenguaje cobró, así, fortaleza al transitar por la nocturnidad de la cima, en el solsticio de verano, sin eludir el encuentro con las brujas y el deleite de las pócimas mágicas, atento al dispersar de los espíritus que se sorprenden al percibir el bronce de las campanas. El acierto del músico colombiano, que había participado en 2016 en el 32 FMIC, entonces con la London Philharmonic Orchestra, hizo posible que la sala se llenara a rebosar de la belleza armónica que primó en todos los temas.
La orquesta alemana contó con el joven violinista Fumiaki Miura para entregarnos el Concierto en Re mayor de Tchaikovski, obra que ha permitido redescubrir la solidez de su factura y la maestría del solista, que su mentor, el israelí Pinchas Zukerman, también violinista y director, cita al señalar que rebosa inteligencia y capacidad, dando garantías de continuidad y de progreso en una senda que con solida vocación inició en Viena.
El concierto ofreció en la segunda mitad la Sinfonía nº 5 de Shostakovich, en el que pudimos percibir la intencionalidad del autor al dar abierto cauce con notable fluidez a la expresión lírico heroica, alzando al hombre sobre los temores de una tragedia que se percibía en un no lejano horizonte. La grandeza de la obra se sintió especialmente en el entremezclado vibrar de las cuerdas y el redoble intenso de los timbales.
Andrés Orozco dio anoche una lección de entrega y de sutil ingenio expresivo. Él forma parte de la más que prometedora pléyade de nombres que, desde América, escriben un nuevo tiempo en el ámbito internacional de la música, junto a Gustavo Dudamel, Domingo Hindoyan o Alondra de la Parra.