el charco hondo

Españolísimos

Quienes estén preocupados por España pueden respirar tranquilos, nada que temer. Aquellos que crean que la españolidad ha enfermado, o que las esencias patrias languidecen, nada más lejos de la realidad. España está como en sus mejores momentos. La mala salud de hierro del españolismo vive días de esplendor, gloria, balas de fogueo y pirotecnias de penúltima generación. Volvemos a ser lo que siempre hemos sido, a comportarnos como históricamente nos hemos comportado. Volvemos a ser muy españoles, españolísimos. Estamos donde siempre hemos estado, haciéndolo como siempre lo hemos hecho. Insultándonos. Negándonos a escuchar a quienes piensan distinto. Ridiculizando a aquellos que nos llevan la contraria o no nos dan la razón. Desconfiando de los que hablamos sin levantar la voz o de quienes, sospechosos habituales, pedimos calma, madurez, conversación y educación general básica. España no se rompe, qué va. Está que se sale. Volvemos a ser quienes éramos. Incapaces de discrepar sin ofender o sin embarrar con insinuaciones a aquellos que no estamos por la labor de subirnos al barco de las descalificaciones, el tremendismo o los versículos apocalípticos. Regresa España, pero en blanco y negro. Y lo hace por la puerta grande -en estado puro- cuando se normaliza la anomalía de tachar de ilegítimo a un presidente que se ha apoyado en diputados o grupos parlamentarios puede que a años luz de lo que pensamos o sentimos, puede que abanderados de intenciones, argumentos o trayectorias con las que no comulgamos ni tenemos empatía alguna, pero tan legítimos como los que se sientan en los escaños de al lado. Somos España. Somos así. Somos incapaces de escuchar, poco dados a hablar sin levantar la voz, más de pontificar que de razonar. Poco dados a esperar o a dar tiempo para, por ejemplo, saber si el Gobierno que ahora echará a andar se acerca o no a lo que necesitaba un país que no podía seguir sin Gobierno. No será fácil. No es sencillo fundir en un solo cuerpo de gobernabilidad las aguas y aceites de grupos parlamentarios tan distantes en su modelo social y territorial. Pero deben intentarlo. Ya sabemos cómo no se avanza con Cataluña. Ahora sabremos si otro camino era o no posible, pero quienes estén preocupados por España pueden respirar tranquilos. Insultos, descalificaciones y cantos a las ilegitimidades confirman que seguimos siendo muy españoles, españolísimos.

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