tribuna

El desierto nos cayó encima

George Clooney eligió la isla de La Palma para rodar su próxima película, Good Morning, Midnight, desconociendo seguramente que lo hacía en vísperas del Carnaval, que es a lo que más se parece ahora el mundo en su dislate de dirigentes histriónicos y su travestismo de la realidad posverdadera. En la cinta, el actor y director de Buenas noches, y buena suerte -la película de McCarthy contra el periodista Murrow, que a veces parece inspirada en Canarias 2015-2019- el protagonista busca contactar con la tripulación de una nave que regresa del espacio para disuadirla porque se ha desatado una gran catástrofe. A Clooney le sorprendió un plató natural a tales efectos, pues el escenario apocalíptico de las Islas bajo una tormeta de calima desde ayer parece acorde con el guion.

La Palma ha sido válvula de escape de algunos eminentes huéspedes perseguidos en tierra que anhelaron en sus recónditas cumbres, tan cerca del cielo, sacudirse la opresión del hombre. El actor habría podido conocer de esa fugacidad que convoca en la isla a visitantes que clavan las espuelas en las ijadas de su caballo, en el caso de Günter Grass en 2007, cuando sus memorias, Pelando cebolla, le costaron tan caras por expiar en ellas su adolescencia nazi. De tal modo que el Nobel y el Oscar han quedado asociados a la isla mística o mítica del zapatero Manolo Blahnik que este lunes se sumerge en una nube de polvos de talco -que no del Sahara- para reeditar sus batallas de Los Indianos. Cuesta explicarles a un alemán y a un yanqui que estos días vivimos por estos lares en un estado perfecto de locura y polución, como si los males del clima del mundo salieran también en cabalgata.

La semana pasada, en el desayuno previo al Foro Premium de esta casa en el hotel Mencey, el exministro de Asuntos Exteriores Josep Piqué describía la tramoya de un planeta patas arriba que vive una convulsión impredecible y sugería tener la facultad de observar los fenómenos desde arriba, con el poder de abstracción de una mirada de pájaro. Luego, en el debate de su conferencia, junto a los periodistas María Rozman y Jaime Pérez-Llombet, le pregunté si esto que nos sucede, esta vorágine de cambios vertiginosos y de líderes rocambolescos, carnavaleros todo el año, no son lo más parecido -dado el auge del pensamiento climático- a un huracán en cuyo vórtice estamos a la espera de acontecimientos. Somos todo oídos. Nuestra ventaja, estando lejos de todo y de todos, y al mismo tiempo atentos a cuanto acontece, es que el canario vino al mundo con cierta propensión a tomar distancia, a analizarlo todo con el gran angular. Piqué hablaba de cuestiones urgentes, nosotros escuchábamos con gafas de lejos. Pero cada isla tiene su soga al cuello y su manera de zafarse de ella -lo acabamos de ver con la sequía, y cómo en El Hierro se desligan de medidas regionales, ellos ya verán qué hacen, nos dicen-. Piqué tiene razón lanzando las alertas que acucian al grueso de la humanidad. Nosotros, a escala, somos buenos testigos del mosaico de emergencias de este momento. Ayer, sin ir más lejos, las Islas se disfrazaron de una especie de Wuhan de la calima, y las autoridades -esta vez en serio- recomendaron a los alérgicos, asmáticos y enfermos crónicos no salir a la calle, como han hecho en Italia por el foco de coronavirus con los vecinos de Codogno y, prácticamente, con los de Véneto y Lombardía. Cuando cerraron los aeropuertos de Tenerife y Gran Canaria a la entrada de aviones, nos sentimos de pronto aislados, que es el síndrome de esos miles de habitantes del país transalpino. Canarias, tantas veces lo hemos dicho, se presta a la condición de laboratorio exprés de situaciones de caos y algarabía, y de otros asuntos de interés o dolor general: vivimos la inmigración en primera línea, el cambio del clima que pone en riesgo todo nuestro tinglado económico y hasta las tensiones entre los bloques que no han desaparecido, como prueba la espía rusa aprehendida en nuestro aeropuerto por orden de Washington, que es el que manda.

Clooney rueda la ficción en unas islas que son como un teatro de telerrealidad. Y es la distancia lo que nos inhibe, por suerte, del shock de estos problemas, a veces asfixiantes; la distancia muchas veces mental más que la física, ese vivir viendo las cosas con gafas de lejos. Piqué puso en el foro el acento en China, la gran protagonista del momento, con su virus y su expansión global. En Canarias tenemos ese don de la oportunidad: recibimos al presidente chino Xin Jinping como un pasajero más, alguien que está de paso, con sus líos y sus pretensiones ocultas disfrazadas de una excursión al Teide. Todas estas entradas y salidas de viajeros, como las llamaba Domingo Pérez Minik, tienen su porqué. Günter Grass se refugiaba en la casa de su hijo Raoul en Puntallana porque en Europa le estaban haciendo la vida imposible tras leer sus revelaciones en aquel libro autobiográfico. En otra isla cercana, Lanzarote, vivía entonces otro premio Nobel, José Saramago, que también por razones literarias había huido de Europa, de Portugal, y elegido de arcadia la isla de los volcanes. Fue la aparición de una novela vetada por el gobierno de su país, El Evangelio según Jesucristo, la que determinó su exilio y lo que le hizo decir más tarde que Lanzarote había sido para él como tener “otra madre y otro padre”. Con estos antecedentes, bien se puede llegar a pensar que a veces el destino de un libro puede marcar el destino de un hombre. A propósito de El mundo que nos viene, el último libro de Piqué, es que estábamos reunidos en el hotel de los foros de DIARIO DE AVISOS, hablando de las Islas y del mundo.

Piqué desenmascaró la ruta china de la seda, cuyo verdadero fin es el dominio de las materias primas. Y mencionó la Palma, adonde acudió, como Clooney, en busca del cielo del Roque de los Muchachos. Preside la fundación hispano-japonesa y acompañó al embajador nipón, pues corren rumores de que podría venir el célebre telescopio TMT, gracias, por cierto, a actores de Hollywood como Di Caprio y Jason Momoa, que no lo quieren en la montaña sagrada de Mauna Kea, de Hawái. Un ojo de 30 metros para nuestras gafas de lejos. El Foro Premium del Diario es una buena atalaya, por la que desfilan profetas de distintas convicciones. Voces que nos ponen en estado de alerta y nos sacan de la modorra, la soñarrera, que decía Unamuno, como ahora bajo esta nube de calima sofocante.

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