música

Precisión sublime de la Orquesta de Cámara de San Petersburgo

Los músicos, dirigidos por Juri Gilbo, interpretaron obras de Igor Stravinsky y Franz Schubert, sumando la composición ‘Invocaciones’, del compositor canario Manuel Bonino
Orquesta de Cámara Rusa de San Petersburgo. | Ramón de la Rocha

El Teatro Leal de La Laguna recibió anoche con acertada expectación a la Orquesta de Cámara Rusa de San Petersburgo, que celebrando su 30 aniversario, ofreció el segundo de los seis conciertos que el Festival Internacional de Música de Canarias ha programado para su recorrido por las islas, incluyendo, junto el ballet Apolo Musageta de Igor Stravinsky y el Cuarteto de cuerda nº 14 de Franz Schubert, la obra de encargo Invocaciones, del canario Manuel Bonino.

El público pudo disfrutar bajo las pinturas de Manuel López Ruiz del pulcro dominio con el que se distinguieron los músicos que integran la Camerata de la ciudad de los zares. Dirigidos por el petersburgués Juri Gilbo, al frente de la formación desde 1998, confirmaron la alta notoriedad que han alcanzado.

El concierto comenzó con la obertura del ballet Apolo Musageta, que hizo despertar en el ambiente los acordes de inconfundible ampulosidad que resaltan el lirismo francés con el que Stravisnky comienza a dibujar el relato. Las variaciones se sucedieron con agilidad, mostrando el predominio de la cuerda para acoger el nacimiento de Apolo y señalar su magisterio ante las tres musas (Calíope, Polimnia y Terpsícore), inmersos en el esquema que le aleja de las efervescencias rítmicas que distinguen a muchas de sus obras anteriores como Petruska o el Pájaro de Fuego, que compuso dos décadas antes.

Tras los aplausos, llegó el turno para el esperado encuentro con la obra de encargo, que da continuidad a la línea de apoyo a la creación que desde sus inicios ha establecido FIMC. En esta edición, la orquesta abordó la partitura del compositor Manuel Bonino. La titulada Invocaciones, con tres movimientos: Adoración, Letanía y Plegarias, surgió de manera ágil, fruto de la innegable dedicación y alta profesionalidad de la formación rusa, que desplegó una acertada interpretación, trasmitiendo la precisa intensidad creativa desde un plausible desarrollo de la libertad, en línea con el mensaje que ha querido desarrollar su autor. La obra se aleja de la tendencia, harto dominante, que suele transitar por forzadas incursiones en las que sus autores experimentan, avanzando por senderos de excesiva elucubración. En Invocaciones domina la amabilidad y sobresale el deseo abierto, que invita al deleite y a la ensoñación.

Manuel Bonino saluda junto a la Orquesta de Cámara Rusa de San Petersburgo. | Ramón de la Rocha

Manuel Bonino recibió en el escenario la felicitación de la Camerata a través de su director y, en especial, la del público. Esta semana, la agenda del compositor incluye, junto al estreno de Invocaciones, su participación, hoy y mañana en los Paraninfos de las dos universidades canarias, en el concierto-espectáculo que ofrece el Ensamble Salvaje, del que forma parte junto a otros casi 50 integrantes, y que figura en la programación En Paralelo del FIMC. El concierto en el Paraninfo de la ULL se ofrece mañana jueves, con carácter gratuito, a las 20.30 horas. El viernes próximo, Bonino asistirá a la presentación en Madrid del disco Cantos Isleños, producido por la Orquesta Sinfónica de Las Palmas, trabajo que reúne composiciones musicales populares. Bonino cuenta con un amplio catálogo de obras, que abarcan desde música de cámara a la orquesta, incluyendo electroacústica coral y arreglos.
La segunda parte del concierto nos situó ante al Cuarteto de Cuerda nº 14 de Franz Schubert, el titulado La muerte y la doncella, obra que el compositor escribió atendiendo al texto de Mathias Claudius. Partiendo de la partitura inicial, dos violines, viola y violonchelo, Gustav Mahler desarrolló la versión orquestal con la que se ha popularizado al darle la merecida amplitud al relato, describiendo desde un sesgo melancólico el tenso diálogo ante un final ineludible. La Orquesta de San Petersburgo supo dar el mejor realce a esta obra, dando de nuevo cuenta de su alto nivel. El dominio instrumental de la orquesta y la impecable dirección de Juri Gilbo despertaron entre el público la manifestación de gratitud, correspondiendo con dos espléndidos regalos, la polca de Smisen y la Muerte del Ángel de Aitor Piazzola.

El FIMC entra en su recta finalísima, que nos sitúa el próximo domingo ante el último de los conciertos. Cita de lujo que pondrá la Orquesta de París, dirigida por el veterano Christoph Eschenbach y contando con el joven violinista Daniel Lozakovich. El programa merece la acogida plena del público: Concierto de violín de Felix Mendelssohn y la Sinfonía Fantástica de Hector Berlioz.

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