el charco hondo

El saludo en los tiempos del virus

Saludarnos por la calle, en la oficina o en los bares, algo tan sencillo como básico (a priori, al menos) se ha ido complicando de tal forma que no estaría mal articular un protocolo -otro más- que establezca cómo gestionar adecuadamente los dos, tres o cuatro segundos que consumimos cuando saludamos a alguien. Saludarse, un gesto que hace décadas ejecutábamos con automatismo (de oficio, sin complicarnos la vida), pasó de fácil a movedizo; especialmente en Canarias, porque aquí se nos empezó a atragantar con la colonización del segundo beso -lo que geopolíticamente podríamos denominar segundo beso o beso peninsular-. Olvidaron los parlamentarios de las Islas aprovechar la reforma del Estatuto de Autonomía para reclamar la competencia de los saludos. En lo que habría sido un saludable ejercicio de autogobierno, con esa transferencia pudimos zanjar la cuestión poniendo por escrito que en las Islas se saluda con un solo beso, punto pelota. No fue así, de ahí que continuemos dudando si dar uno o dos besos, o peor aún, quedándonos con la cara cual satélite fuera de órbita -con la mejilla en un espacio muerto- cuando intentando dar el segundo nos retiran la cara. Sin haber resuelto el lío en que nos metió el segundo beso o beso peninsular, el miedo al contagio ha disparado las dificultades, reconvirtiendo algo sobre el papel tan elemental como saludarse en una complejísima coreografía de besos, saludos y abrazos que lejos de darse solo se insinúan o sugieren. A la agonía de averiguar si das o te darán uno o dos besos, ahora se añade la exigencia de intuir (en tiempo real, en apenas unas milésimas de segundos) si a quien saludas está o no por la labor de estrecharte la mano, si tiene o no intención de besarte o si está o no por darte un abrazo. Haciendo memoria caemos en la cuenta de que saludar a cualquiera en 2020 es bastante más difícil de lo que implicaba, allá por los ochenta, pedir a alguien que saliera contigo. Ahora para saludar te someten -o sometes- a un cuestionario sobre pautas de buen comportamiento sanitario. Estamos a las puertas de dejar de saludarnos para (por prevención) limitarnos a simular el saludo besándonos sin besar, estrechándonos la mano sin estrecharla, abrazándonos sin abrazar, en definitiva, saludándonos sin saludar, convirtiendo así las calles, oficinas y bares en una torpe representación de danza clásica -e higiénica, eso sí-.

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