Adiós al barco que nos alegraba la vista. De momento, hasta el fin de semana. El AidaNova, el primer crucero del mundo en utilizar como único combustible gas natural licuado, zarpó ayer del puerto de la capital tinerfeña después de una cuarentena que nos dejó para el recuerdo estampas inolvidables como el mensaje de “gracias Tenerife” prendido en la noche con las luces de sus camarotes.
Su majestuosa silueta formaba parte del paisaje de la ciudad desde que el coronavirus nos encerró a todos en casa. Era una bocanada de primavera en una urbe mustia, que hoy late al compás de un tiempo parado. Anoche, de vuelta a casa de madrugada, sentía que la avenida de Anaga sollozaba, huérfana, sin esas luces de colores de las últimas semanas que se habían convertido en una especie de monumento a la resistencia, pero también en el recuerdo a esos millones de turistas que llegaban por puertos y aeropuertos y que hoy están en sus casas igual de aturdidos y desconcertados que nosotros a la espera de que el temporal escampe.
Probablemente la mayoría de ellos añoran en estas fechas aquellas inolvidables vacaciones en Tenerife, isla que, como el resto del Archipiélago, los espera con los brazos abiertos para revivir imágenes como las que difunde el Cabildo tinerfeño a través de un video que rescata paisajes llenos de vida y sonrisas: “Puede que esta mañana te hayas levantado y hayas pensado ‘un día más’ , pero déjame decirte algo: volveremos (…) No lo dudes ni un segundo. Mañana no será un día más, sino uno menos para salir y volver a emocionarnos haciendo lo que mejor se nos da: vivir. Volverás, volveremos”.
Ayer escuchaba a Pedro Guerra agradecerle a Víctor Hugo Pérez, en la antena de la radio autonómica, el papel de los medios de comunicación desde que estalló la crisis sanitaria y, sobre todo, desde que nos recluyeron entre las cuatro paredes de casa. “Ese aplauso de las siete de la tarde no solo va para los sanitarios, fuerzas de seguridad, supermercados… también va por la prensa, que mantiene a la gente en pie”, comentaba el cantautor güimarero.
Cada día, una legión de ciudadanos saca miles de cubos de aliento desde los pozos del desánimo, ya sea informando de los avances en la lucha contra el virus, aplaudiendo en los balcones, convirtiéndose en portavoces de mensajes positivos, tejiendo esa red de amistades perdidas, o refugiándose en la música, convertida en un saco sin fondo de creaciones que nos recuerdan que más pronto que tarde se cerrará este maldito paréntesis en nuestras vidas y llenaremos de nuevo los pulmones de libertad.
En esa línea, Pedro Guerra y otra de las nuestras, Rosana Arbelo, participan junto a la flor y nata del panorama musical español en una formidable versión del Resistiré, la inmortal composición dinámica, elevada a categoría de himno contra el Covid-19, que desde ayer corre como vitamina por las venas de un país ansioso por aparcar sus miedos y empezar a calentar en la banda para salir a la calle a abrazarse con el mundo.