
Hubo un tiempo, en la década de 1960, en que la preocupación acerca del peligro de una pandemia global no se basaba en el temor a un germen surgido en una ciudad asiática, como en la situación actual, sino que se temía la posibilidad de un eventual patógeno venido desde más allá de nuestro propio planeta.
Mientras se desarrollaba el programa Apolo, que culminaría con Neil Armstrong y Buzz Aldrin convirtiéndose en las primeras personas en pisar la Luna en julio de 1969 durante la misión Apolo 11, existía un gran recelo ante el riesgo de que a su vuelta a la Tierra pudieran traer consigo algún tipo de microorganismo o contaminación procedente de la superficie lunar que pudiera extenderse en la Tierra.
Aunque la posibilidad de que existiera cualquier forma de vida en la Luna se consideraba extremadamente baja, no era algo sobre lo que hubiera una absoluta seguridad en aquellos momentos y no era una cuestión que pudiera ser dejada al azar. La NASA no tenía una certeza exacta de qué encontrarían en la Luna ni qué podrían traer los astronautas con ellos en su regreso a casa, por lo que el riesgo de contaminación biológica fue muy tenido en cuenta a fin de tomar las medidas que eliminaran cualquier peligro para la vida en la Tierra.
EL PROTOCOLO
Si bien estas consideraciones comenzaron a debatirse tímidamente desde los primeros pasos de la carrera espacial en la década de 1950, no fue hasta 1966, tres años antes del lanzamiento de la misión Apolo 11, cuando comenzó la construcción de una serie de instalaciones y equipos destinados al confinamiento de los astronautas tras su viaje a la Luna. Igualmente, las muestras de rocas y todos los elementos retornados a la Tierra tras la misión se pondrían en aislamiento desde el momento mismo de su retorno.
Las medidas de protección se dividían en tres fases. La primera de ellas comenzaba en el instante del amerizaje y rescate de la tripulación en el Océano Pacífico, ataviada con trajes de contención biológica desde su salida de la cápsula. La segunda fase se desarrollaba con los astronautas confinados en el interior de una instalación móvil para su transporte, por mar, aire y tierra, desde el punto de amerizaje hasta Houston. La tercera y última fase de la cuarentena tenía lugar en el edificio construido específicamente para tal fin en el Centro Espacial Johnson, en Houston, bajo estricta supervisión médica.
El mismo protocolo se aplicaría a las misiones Apolo 12 y 14, las dos siguientes en alunizar con éxito, hasta que se pudo determinar la ausencia de cualquier tipo de vida en la Luna y las medidas de cuarentena de las tripulaciones pudieron ser descartadas para las siguientes expediciones.

FASE 1: AMERIZAJE
Desde el momento en que los buzos de la Armada llegaban a la cápsula tras el amerizaje, esterilizaban su exterior con una solución desinfectante. Una vez abierta la escotilla, los astronautas vestían un traje de aislamiento biológico denominado BIG (Biological Isolation Garment) y eran izados al helicóptero que los trasladaría al portaaviones USS Hornet.
Tras su aterrizaje en el USS Hornet, el helicóptero accedía a través de una plataforma elevadora hasta los hangares bajo la cubierta, donde a tan solo unos pocos pasos se encontraba el MQF, la instalación móvil donde la tripulación sería confinada y trasladada hasta Houston. La travesía hasta la base naval de Pearl Harbour duraría tres días, atracando finalmente en su puerto el 27 de julio de 1969.

FASE 2: EL MQF
MQF correspondía a las siglas de Mobile Quarantine Facility (instalación móvil de cuarentena), un habitáculo construido partiendo de una caravana Airstream y diseñado para el transporte en aislamiento de los astronautas tras su regreso de la Luna. El MQF fue usado para el traslado de la tripulación desde el portaaviones USS Hornet hasta las instalaciones en el Centro Espacial Johnson, en Houston, donde terminarían su periodo de cuarentena. Estas instalaciones en Houston recibían el acrónimo de LRL, Lunar Recovery Lab (laboratorio de recuperación lunar).
La Nasa construyó cuatro unidades MQF, que contaban con una reducida sala de estar, un dormitorio equipado con literas, una pequeña cocina y un baño. Armstrong, Aldrin y Collins permanecieron confinados en el MQF durante un total de 88 horas, desde el momento de su vuelta a la Tierra el 24 de julio de 1969 hasta que desembarcaron en el LRL el 28 del mismo mes.
No estarían solos en el MQF: con ellos se confinó un médico, el doctor Carpentier, y un ingeniero de la NASA, John K. Hirasaki, que compartirían todo el periodo de cuarentena con los astronautas con el fin, respectivamente, de vigilar su estado de salud y solventar cualquier posible inconveniente técnico interno del MQF.
El MQF fue desembarcado en la base naval de Pearl Harbour, en Hawái. Allí fue cargado a bordo de un avión C-141 que lo llevaría hasta la base de la Fuerza Aérea de Ellington, a las afueras de Houston, Texas, desde donde recorrió por carretera el último tramo del camino hasta el LRL.
FASE 3: EL LRL
Los astronautas permanecerían en cuarentena en el LRL, sometidos a continuos controles médicos, hasta que se tuvo plena seguridad de que no habían sido infectados por ningún tipo de microorganismo en su viaje a la Luna.
Durante su estancia en las instalaciones del LRL, Armstrong, Aldrin y Collins estaban sometidos a una estrecha vigilancia médica. A pesar de ello, el trabajo no cesaba en esta fase y el edificio contaba con una sala aislada con mamparas de cristal en la cual los astronautas repasaban la misión con el personal de la agencia situado al otro lado para la elaboración de todos los informes referentes a aquel primer viaje a la Luna.
Neil Armstrong celebraría su 39 cumpleaños durante este periodo de cuarentena en el LRL, siendo agasajado con una discreta fiesta por sus compañeros durante el aislamiento.
Finalmente, la tripulación pudo abandonar las instalaciones del LRL el 10 de agosto de 1969, 17 días después de su vuelta a la Tierra.
LAS MUESTRAS
Este protocolo de cuarentena a la vuelta de la misión Apolo 11 se repetiría con las tripulaciones de las Apolo 12 y 14.
Finalmente, se determinó, gracias a las rocas lunares traídas por estas tres primeras expediciones, que no existía evidencia alguna de actividad biológica en la Luna y que las muestras no representaban ningún riesgo. Debido a ello, se canceló el programa de cuarentena para las tripulaciones de las siguientes misiones que culminaron el alunizaje, las Apolo 15, 16 y 17.
Pese a la cancelación de este protocolo de cuarentena para las tripulaciones, las instalaciones del LRL siguieron siendo utilizadas por la NASA. Los procedimientos para las muestras de rocas lunares traídas por las siguientes misiones continuaron manteniendo estrictas medidas de seguridad.
Sin embargo, ahora el objetivo no era proteger a la Tierra de cualquier riesgo biológico procedente de la Luna, sino justo al contrario: se trataba de proteger a las valiosas muestras lunares de cualquier posible contaminación terrestre que pudiera afectar a su estudio y análisis.