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“Docentes que riegan desiertos”

El escritor norirlandés C. S. Lewis, autor de Las crónicas de Narnia, decía que “la tarea del educador moderno no es podar selvas, sino regar desiertos”

El escritor norirlandés C. S. Lewis, autor de Las crónicas de Narnia, decía que “la tarea del educador moderno no es podar selvas, sino regar desiertos”. Como docente, admiro lo acertado de la frase. Parece una quimera, pero incluso en los desiertos en los que menos agua cae, la vida florece y resiste. Pocas metáforas hay mejores sobre la labor docente y sus efectos a largo plazo en la vida de los estudiantes.

En esta pandemia hemos homenajeado a diario a quienes se dejaban la piel (y tristemente muchas veces la vida) en los hospitales. Su sacrificio está fuera de toda duda y de toda medida. Nos han mantenido en pie y han suplido el cariño de las familias, privadas de la posibilidad de dar a sus seres queridos el amor que necesita cualquier persona enferma. Toda nuestra gratitud hacia los sanitarios siempre será poca.

Y sin embargo, ha permanecido más discreta otra labor, tan abnegada e igual de vital para nuestro desarrollo y sostenimiento como sociedad: la del profesorado. Aún con la avalancha de casos y la amenaza de colapso en cuidados intensivos, los sanitarios tienen un protocolo claro de actuación; a los maestros se les dijo un día que al siguiente no volverían a sus aulas y a partir de ahí iniciaron una carrera contrarreloj para continuar con su actividad.

En el escenario insólito de una pandemia, en un confinamiento restrictivo, la planificación del curso salta por los aires y hay que improvisar. El profesorado de nuestras escuelas e institutos ha dado todo lo mejor de sí mismo para que nuestros chicos y chicas no quedasen académicamente desamparados. Se ha adaptado a la formación online con inusitada rapidez, ha construido casi de cero una metodología didáctica adaptada a la nueva coyuntura, en un contexto normativo incierto y cambiante. Los docentes, desde Infantil hasta la Formación Profesional, pasando por Primaria y Secundaria, se han ingeniado para normalizar la nueva situación, con sumo esfuerzo pero con la vocación intacta.

Me consta el estrés que ha supuesto para muchos de estos docentes, tanto el preparar y hacer llegar materiales y actividades al alumnado, como perder el contacto presencial con ellos. Los maestros actúan a menudo como primeros y excelentes trabajadores sociales: conocen la historia de cada alumno, de cada familia y saben por qué este presenta dificultades que aquella no tiene. Los docentes que lean esto entenderán que hablo de la tristeza de ‘distanciarse’ en marzo de ese alumno o alumna al que ya tenían encarrilado, la punzada de no poder darles el apoyo cercano que permite el día a día del aula. Esto se intensifica en el caso de docentes que trabajan con alumnado con Necesidades Específicas de Apoyo Educativo, quienes para determinados estudiantes (y sus familias) representan, con la atención presencial, una garantía de calidad de vida.

A la espera de la planificación del curso 2020-2021, desde mi experiencia y mi conocimiento, afirmo que esa preparación no puede hacerse sin el cuerpo docente, el corazón del sistema educativo, el que bombea la sangre y lo mantiene vivo. Muchas cosas van a cambiar, inevitablemente, en la docencia. Pero los profesores, una vez más, volverán a adaptarse para seguir regando desiertos y haciendo que en ellos florezcan las ganas de aprender de sus alumnos y alumnas.

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