Tres semanas después de ganar las elecciones, Ángel Víctor Torres se enteró el miércoles 19 de junio de 2019 de la ejecutiva nacional de CC convocada por Clavijo a primera hora de la mañana del día siguiente en Santa Cruz, y se resignó. Para el mismo jueves, a media mañana, él había cerrado una cita definitiva en petit comité con sus virtuales socios del Pacto de Progreso en una de las habitaciones más estrechas del Parlamento, como si quisiera asegurarse de que ningún invitado intentara escapar. Durante semanas, había agotado todos sus recursos en ganarse las simpatías de Casimiro Curbelo, cuyos tres diputados eran objeto del deseo de la izquierda y la derecha: ASG, la Marilyn del Pacto. Si Clavijo le ganaba por un par de horas el sí quiero de Curbelo, estaba claro que él se quedaría plantado en el altar. Al otro lado del teléfono, sentenció haciendo cábalas: “Muy seguro no debe de estar Clavijo, que hace esa reunión tan temprano y no después de la mía”.
A pocos metros de su interlocutor, por esas peripecias de la política canaria, cenaba en una mesa alargada del hotel Mencey Mariano Rajoy con una nutrida pléyade de líderes, empresarios y amistades canarias del que hacía un año había dejado de ser presidente del Gobierno de España. Rajoy vivió esas horas trepidantes en que se cocía el cambio político en Canarias preguntando toda la noche la solución al sudoku insular. Al día siguiente, tras su reaparición pública en el Foro Premium de DIARIO DE AVISOS, tras un año de la censura de Sánchez, le di la noticia de la fumata blanca y el habemus presidente en favor del socialista Torres. Habría preferido un pacto que incluyera al PP, pero aún le duraba la rasquera por el ascenso en el partido de Casado en detrimento de Soraya Sáenz de Santamaría, su mano derecha, y no me pareció que le disgustara mucho aquel desenlace. Por lazos del destino, la sorprendente caída de Coalición Canaria del poder, tras más de un cuarto de siglo, había sido alentada por líderes nacionales de distinto signo político. Albert Rivera, aún intacto al frente de Cs, había vetado a Clavijo en un gobierno de centro-derecha. Sánchez, que no le perdonaba las vallas del barrio de Ofra, “Paga lo que debes”, puso a Ábalos al lado de Torres para atraer a Curbelo con cantos de sirena si hacía falta. Y, por lo que percibí, Rajoy guardaba mejor recuerdo de sus reuniones secretas en el Santa Catalina con Román Rodríguez, en las antípodas de su ideología, que con Clavijo y Oramas peleándose por salir en la foto de la firma en la Moncloa.
Este año de gobierno cuatripartito ha sido, como sabe todo el mundo, una carrera de obstáculos y adversidades. En todos los gobiernos de coalición la premisa es no fiarse los unos de los otros. Aquí sucede también, pues la supervivencia política es un juego óptico de sombras chinescas, donde se fingen maniobras de desestabilización, se amaga y se recogen velas o no. La teoría de la moción de censura al Gobierno de Torres -incluida la supuesta candidatura de Clavijo a la investidura sin ser diputado como Sánchez frente a Rajoy, que sonó en los mentideros ignorando que nuestro Estatuto lo impide- da por segura la connivencia del PP y de Curbelo, como si regresáramos en el tiempo a aquellas intrigas de hace un año que coincidieron con Rajoy en Tenerife. De nuevo necesitan a Ciudadanos, que es más reacio con Arrimadas que con Rivera y no perdona la salida en Santa Cruz a la remanguillé. Hay dos almas en Cs, Vidina y De la Puente. En CC dan por sentado que Lucas Bravo de Laguna, un verso suelto en el Parlamento, no tendrá inconveniente, pero es vox pópuli que la clave de bóveda de esa operación sería el diputado Ricardo Fernández de la Puente, militante leal a Cs (esta es la noticia en plena transfuginización).
Lo cierto es que Curbelo, que no tiene todavía estatuas en La Gomera -ni acaso las desee para que no le pase como a Colón-, disfruta con el poder en la sombra y las dos rosas rojas que le acaba de enviar Merkel. De ahí sus figuraciones proyectándose en la pared, tras una fuente de luz, con manos que mueven los hilos habituadas a manejar títeres y marionetas. A veces, Curbelo tira la piedra y esconde la mano; otras alimenta los bulos que le dan de comer, y en ocasiones dice pecar de ingenuo: “Me llamó Mena y filtró al DIARIO la noticia al revés”, asegura desmintiendo que piense hacer un teresaberastegui con el alcalde de Arona.
El año es la medida exacta de la espera. Al cabo de ese tiempo, cayó Patricia Hernández con los votos de la contra en Santa Cruz, se le abrieron las carnes al PSOE en el Ayuntamiento de Arona y le pidieron en vano a Fernández de la Puente que dejara el escaño para dar paso a la citada Teresa Berástegui. Un año a la sombra es un año sin estar al sol que más calienta. En La Laguna se viven perretas de mal perdedor en los plenos municipales. Dicho lo cual, en el PSOE tampoco son monjas ursulinas, y movieron la silla al alcalde de La Oliva, de CC, para hacer alcaldesa a Pilar González Segura, hija de Domingo González Arroyo, el marqués, que la describe “con las virtudes de su abuelo materno Vicente Segura y su abuela paterna Damiana Arroyo”. La política es una pandemia con estados de alarma y transmisiones comunitarias. La censura es un virus que se contagia y ahora todo son conjeturas sobre dónde caerá la próxima bosta en el mapa territorial de Canarias. Como la cándida Eréndira de García Márquez, recorrerá los distintos pueblos, se enamorará de unos y de otros, pero estará sometida a la codicia insaciable de su abuela desalmada. Gustavo Matos brindó al inicio de esta legislatura citando a Saramago, que decía que el viaje no acaba nunca, solo acaban los viajeros. Ha sido la maldición de los gobiernos autónomos en 37 años, la inestabilidad, salvo el de Paulino/J.M.Pérez. Pero esta vez, a diferencia del infierno de pugnas entre islas y pleiteros, Torres -el segundo presidente socialista con Saavedra en casi 40 años- tiene la llave maestra: puede disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas cuando le plazca superado el primer año que acaba de cumplir. Lo cual disuade de traiciones, no vaya a ser que las urnas condenen al menos pensado a la irrelevancia. Apenas unos pocos conocen el nuevo Estatuto y esta clase de candados por si las sombras chinescas cobran cuerpo y se salen de la pared.