sociedad

Dame mascarilla y adiós a la discoteca

La evidencia de los malos datos es tan rotunda que ayer todo el mundo aceptaba, resignado y autocrítico, las nuevas restricciones
Las mascarillas forman parte del paisaje de nuestras playas FRAN PALLERO
Fran Pallero

La ‘nueva normalidad’ no solo era un respiro tras tanto tiempo de confinamiento o un intento de acelerar la reactivación de la economía tras un desplome sin precedentes -un 36,4% en Canarias en el segundo trimestre del año, según el ISTAC, 14 puntos más que la media nacional-. También era una forma de probarnos, de ver nuestra capacidad de llevar una vida razonablemente normal y convivir con el virus, protegiéndonos, a la espera de que llegase una vacuna. Y el resultado no es bueno, según los datos de expansión del virus. 111 nuevos casos comunicados ayer en Canarias, 2.987 en España. De ahí las medidas tomadas por Gobierno regional el jueves, muy parecidas a las que decidieron ayer todas las comunidades autónomas en un Consejo Interterritorial presidido por el ministro de Sanidad, Salvador Illa: además del uso de permanente de la mascarilla en todo el espacio público, que ya se estaba haciendo en el resto de España, prohibición de fumar si no se puede respetar la distancia de seguridad de dos metros y cierre de discotecas. No podrá haber más de diez personas por mesa en un bar o restaurante. Y se recomienda que, en general, las reuniones sociales no excedan las diez personas. Entre otras. En la playa, habrá que estar con mascarilla a no ser que estés bañándote o quieto-parado en la toalla o en el murito de la piscina. Pero nada de pasear tranquilamente con la boca al aire.

Ya el jueves, nada más hablar el presidente canario, Ángel Víctor Torres, Twitter andaba alterado: “Pues esperamos que no nos confinen. Aumenten las sanciones y eduquen. Pero jamás firmar el morir de hambre. Somos muchos canarios que nos hemos adaptado a esta nueva realidad y no podemos morir de hambre porque se dediquen algunos a no respetar. La represión, el confinamiento NO”, decía un usuario el jueves. “Espero que tanta quedada y salidera de los jóvenes provocando tantos contagios no sea porque quieren otro curso escolar con “la papita suave”; es decir, que aumenten los contagios para que el curso escolar no sea presencial ?? sin exámenes presenciales, etc”, decía otra usuaria. “Si se cumpliese….Hasta ahora la policía haciendo la vista gorda en los locales. Verás ahora que no tienen ‘que enfrentarse’ al empresario. A multar al pobre que vaya paseando por la calle”, comentaba otro.

Así que salimos a pasear con la libreta en la mano. Y nos encontramos a Miguel, de 78 años, acompañado por un señor sin ganas ningunas hablar. “A mí me parece bien”, dice Miguel en referencia a las medidas que se han tomado. “Tengo una edad en la que hay que protegerse. Y por los demás también, aunque tengo amigos que no están de acuerdo. Es lo normal, ¡no ve que se trata de una PANDEMIA MUNDIAL!”, afirma enfatizando estas últimas palabras. “No sé para qué pregunta estas cosas”, dice el otro señor.

Los jóvenes están en el punto de mira. Un 90% de los contagios confirmados en la última semana son de menores de 30 años, según el Gobierno canario. “Los jóvenes no son invencibles. Cualquiera puede acabar en un hospital y morir”, afirmó el presidente Torres en su comparecencia del jueves.

Y ahí están, sentados en una terraza, Beltrán y Natalia, de 18 años, y Lorea, de 17. Los tres con sus mascarillas bien puestas. “Es lógico que haya más incumplimientos entre los jóvenes, estamos en una etapa en la que tendemos a salir, pero creo que se nos señala demasiado”, afirma Beltrán. “También hay mucha gente mayor que lleva las mascarillas mal”, señala Lorea. Ellos cumplen, dicen, porque piensan también en la gente con más riesgos que les rodea, pero reconocen que tienen amigos que pasan olímpicamente de todo y se van de marcha. “No les digo nada, porque no soy quién, pero tengo cuidado y evito quedar con ellos”, cuenta Natalia. “Intento advertírselo, pero si veo que pasan, pues no los veo”, afirma Lorea.

“Yo trato de cumplir”, dice Alejandro, que tiene 17 años y va por la calle caminando. “Pero estoy en un club de atletismo y hay gente que no lo hace. Donde más me despisto es en la playa, eso es cierto”.

“Yo no estoy saliendo, porque sé que la gente, cuando bebe, no es tan precavida”, dice Luis, también jovencito, sentado en una terraza con Tamara, manos entrelazadas e intercambiándose los batidos. “Yo sí he salido a alguna fiesta. Y cuando estaba allí, me di cuenta de que no era una buena idea”, reconoce.

También jóvenes son Fernando, 24, Alberto, 29 y Alejandro, 24, los tres astrofísicos, los tres tomándose una cerveza con totopos mexicanos bañados de un guacamole muy vistoso. “Si hay gente que no se comporta cívicamente, es normal que las autoridades tomen estas decisiones”, afirma Alejandro. “Mi abuela se contagió, estuvo más de un mes mala”, nos cuenta. “La política tampoco lo ha hecho bien, porque con el fin del estado de alarma, perdimos la capacidad de confinar. En Italia mantienen el estado de alarma y lo han hecho mejor”.

“Hasta que no hemos visto que la situación empeoraba, no nos hemos preocupado”, sostiene Alberto. “Tenemos poca memoria, no nos acordamos de los tres meses que hemos pasado confinados”, afirma. “Se ha dado prioridad a la economía sobre la salud. Y se han preocupado antes por abrir las discotecas que por los protocolos de los colegios”.

“Con todo lo mal que lo han hecho algunos jóvenes, yo me hubiera comportado igual que ellos”, afirma Jonay, que tiene 41 años y está charlando en una esquina con Fran, de 42, que cree que “estas medidas llegan tarde”. “

Yo creo que pasa un poco en todos los países. Esto estaba un poco dentro de lo esperado. No te puedes pasar apretando, pero tampoco puedes soltar demasiado. Hay que encontrar el punto adecuado”, recalca Jonay.

“Yo me esperaba que este momento de rebrote llegara más tarde”, afirma Yanira, de 32 años, de compras en una tienda. “Creo que esto es un poco prueba y error, tanto de los Gobiernos como de nosotros mismos. Y si hay que restringir un poco más, que se haga”.

“Si no te ha tocado de cerca, no tienes tanta conciencia”, afirma Laura, de 38, también en la tienda, que reconoce que se ha cogido alguna juerga estas semanas. “Cuando te gusta salir, es difícil… Tenemos que aprender a relacionarnos de otra manera…Cuando hay alcohol de por medio, es difícil reprimirse”, dice. “Yo también pensé: ‘Voy a aprovechar, porque tarde o temprano…”., reconoce Yanira con una ligera sonrisa que intuye por debajo de la mascarilla. No hace falta tener veinte años,

TE PUEDE INTERESAR